Si algo no esperaba Argel era tener hermanos. Zalnar parecía haberse tomado su aprendizaje como un reto personal, puesto que las horas posteriores a su llegada las pasaron entrenando.
Nunca pensó que acabaría en el palacio de la Corte Sur, el lugar que había admirado desde que tenía memoria. Siempre embarcado en el barco de su padre, pisar Shunra o Solandis era como un sueño inalcanzable. Tan lejano que las brillantes casas blancas y el imponente castillo eran como un espejismo de aquel que juraba ser el reino del más allá, que solo pisábamos una vez en la otra vida.
—Por hoy es suficiente.
Argel se encontraba de rodillas en uno de los cientos de patios de los que gozaba el castillo. Con una fuente de la que brotaba agua, Zalnar se mojaba los cabellos dorados y la nuca en un intento de evadirse del sofocante calor que hacía aquel día.
—¿Podré despedirme? —Quiso saber Argel que se ponía en pie con sus pobres piernas temblorosas—. Mi padre...
—Argel, por más que insistas, la respuesta siempre será la misma. No puedes abandonar el castillo.
—Pero esta tarde harán un espectáculo los Invocadores en el lago. Cuando la gente vaya a verlo, podría ir a despedirme de mi padre y...
—Eres un príncipe ahora. Debes tomarte más en serio tus responsabilidades.
Zalnar se aproximó hasta él, y con sus grandes manos lo ayudó a ponerse en pie para evitar que siguiera usando la espada de madera como muleta en la que recargar su peso. Era un arma, no un bastón. Él era un príncipe, no un pirata.
—Perteneces al linaje de los Gallander, ya no eres un Makerna. Ahora...eres mi hermano.
Los ojos azules del pequeño examinaron con atención los ropajes elegantes del chico, en su cabello dorado ahora mojado y perfectamente peinado hacia atrás. Lucía como un auténtico rey, su aspecto y compostura dejaban en evidencia la dura formación que debía de haber recibido durante toda su vida.
—¿Volverá para a verme algún día...?
—Te prometo que Oseus Makerna siempre tendrá las puertas de palacio abiertas.
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Vallan era mucho más rápido de lo que Argel esperaba. Habían logrado dejar atrás a Farion que seguía insistiendo en que debía entrenar más horas para mejorar con alguna de las armas que le había mostrado.
—¡Sígueme!
—¿Adónde vamos...?
Vallan descendió las escaleras junto a sus muletas a grandes zancadas, logrando llamar la atención de Argel que sin embargo parecía ir con más cautela al no conocer el castillo. Descendieron por los torreones y cruzaron los extensos pasillos ante las miradas perplejas de las damas y sirvientes que deambulaban de un lugar a otro intentando terminar los últimos preparativos.
Las risas de los jóvenes príncipes llenaron el castillo por primera vez en mucho tiempo. Pues, aunque la luz brillase sobre el cuarzo blanco y azul, el interior del palacio se había vuelto frío con el pasar de los años.
—Por aquí.
Vallan alzó a duras penas una de las muletas evitando que el joven pirata tropezase contra la puerta que daba a los sótanos de palacio. El intenso olor a comida cubría todo a su paso, provocando que los estómagos de ambos rugieran hambrientos.
—¿Son las cocinas?
El tullido abrió la puerta a duras penas, dejando ver tras ellas un enorme pasillo húmedo iluminado con apenas un par de velas cada cinco metros. ¿Ese era el lugar donde trabajaban los sirvientes? Argel sabía que aquellos que trabajaban en palacio no tenían los mismos privilegios que la familia real, pero aquel lugar parecía terrorífico, ya que ni siquiera gozaba de luz natural.
—En esa dirección están las cocinas y algunos de los aposentos de los sirvientes. —Murmuró Vallan muy bajo, tratando de no ser escuchado.
—¿Y por allí? —Señaló en la otra dirección.
—Antiguamente madre los usaba como mazmorras, pero tras la construcción de las nuevas, ya no son necesarias. Fueron abandonadas antes de que yo naciera y Ronet y yo solíamos jugar aquí.
—Pensaba que todos los delincuentes eran enviados a la prisión de Tarnagal. —Murmuró Argel agarrando una de las antorchas que iluminaban el comienzo del gran pasillo—. Dicen que se encuentra en los territorios de la Corte Norte, y...
—Eso no es cierto. —Le corrigió el joven mientras avanzaban por el suelo de piedra totalmente humedecido. Las goteras del techo dejaban caer sobre sus cabezas algún liquido viscoso del que preferían no saber el nombre—. Según los mapas que vi en la biblioteca, la prisión de Tarnagal se encuentra en los Dominios de Onatil. Pero nadie pisa esas tierras si no desea morir.
—¿Entonces los norteños no son tan terribles?
—Desde luego que lo son. Dicen que el rey Cadogan mató a la primera hija que tuvo antes del nacimiento de Banon. Se menciona en los cuentos que deseaba con desesperación un niño y que su mujer no se lo daría...Así que fue hasta los Dominios de Onatil y tuvo como amante a su reina.
Argel se mostraba anonadado ante tal descubrimiento, pues tal vez Banon fuera hijo de una de las reinas más crueles del mundo, o quizás Vanora. Fuera como fuese, el rey Cadogan había engañado a su legítima reina con tal de ganarse un heredero. Algo imperdonable en otras cortes.
—En el norte siempre ha reinado un hombre. Si su reina le daba mujeres no podría seguir con el legado. Pero entonces, al mismo tiempo que su amante quedó embarazada también lo hizo la reina.
—¿Entonces cómo es que la princesa Vanora sigue con vida? —Preguntó con curiosidad Argel.
—Algunos creen que al ya tener el heredero que deseaba, fue piadoso con ella. Pero otros mencionan que fue fruto de su relación con la reina de los Dominios de Onatil, y que por eso no la asesinó.
—Pero nadie sabe cuál de los dos hermanos es realmente hijo de la reina de Onatil... ¿Y si Vanora fuera la elegida de Iferyn y no Banon...? ¿Crees que el rey Cadogan ordenaría matarla?
Vallan silbó suavemente al percatarse de la luz que iluminaba más allá. Dejando atrás las viejas mazmorras y después de pasillos serpenteantes, llegaron a la playa. Aquel boquete había tenido lugar después de que Ronet hubiera decidido usar uno de los explosivos de la guardia por pura diversión. Una entrada al castillo que nadie conocía excepto los hermanos Gallander.
—Vallan.
—¿Sí?
—No me habéis respondido.
—Barius Cadogan es un hombre de poder. La Corte Norte está regida por hombres desde siempre...Si una mujer tuviera los poderes de Iferyn, si fuera su campeona, su protectora...
—Vallan...
—Sí, creo que ordenaría su muerte. Pero no debes preocuparte por la princesa, se dice que Banon Cadogan posee la bendición de Iferyn.
Argel y Vallan observaron entonces como la arena blanca cubría todo a su paso, como el agua esmeralda llegaba hasta la costa cubriéndola y en como a su derecha, se extendía el gran puerto de Shunra en el que se encontraban amarrados muchos de los barcos, entre ellos, el de su padre.
—¿Temes por su vida?
—No. —Argel observó con atención como los guardias de la corte paseaban por los muelles—. Temo por la mía.
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Los Secretos del Rey ❘ Libro 0.1 Precuela ❘
Fantezie|Novela COMPLETA| Vanora Cadogan y Argel Gallander no tienen nada en común. Ella es la princesa de la Corte Norte, un lugar frio y desolado y él un príncipe pirata de la Corte Sur. Es entonces cuando sus destinos se ven unidos y todo cambia. Argel...