Capítulo 11 ✺

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Bailes excéntricos, platos que desfilaban de un lugar a otro esperando por sus comensales, damas pavoneantes y muchachos a la espera de una buena presa, era lo que Argel Gallander se encontró al llegar a los grandes salones de palacio.

Todas las cortes se encontraban aquella noche en la gran sala, dejando a la vista a los nobles de cada territorio ataviados con sus ropajes típicos con los que lucían y desfilaban. Todos ellos se reunían en corrillos sin apenas mezclarse, pues la sombra de la Fragmentación seguía poniendo trabas entre las alianzas antaño formadas. Sobre el papel podía expresarse la unión de las cuatro cortes, pero sus gentes jamás se juntaban. Ni siquiera en actos como aquellos en los que todo Alstaen se reunía por una de las tradiciones más importantes del continente.

Argel usaba el mismo traje que sus hermanos, pantalones blancos que terminaban enfundados en unas impolutas botas negras. Una camisa de lino blanca ataviada con una armilla azul marina con bordados negros y cuerdas doradas, lucían a juego junto a la elegante capa azul y dorada que colgaba de los hombros de los príncipes. En su espalda lucía entre detalles brillantes, el símbolo de su Corte, un gran sol con un kraken en el centro haciendo referencia a su Emental, Akren.

—¿Realmente es necesario que estemos todos?

Argel miró de soslayo a su hermano menor Vallan, que junto a sus muletas formulaba su pregunta con evidente aburrimiento. Suponía que sus débiles piernas y sus delgados brazos no podrían sostenerse en pie durante toda la noche.

—Madre quiere que nos vean unidos. —Recordó Zalnar al comprobar cómo Ronet sonreía coquetamente a algunas damas de la Corte Este —. En cuanto la ceremonia comience y el primer baile se dé a cabo, cada uno podrá ir a divertirse a su manera.

—¿Debemos bailar? —preguntó Argel con temor.

—Solo bailarán Zalnar, ya que es el heredero, y nuestra madre.

—Pero no hay rey, ¿con quién bailará madre? —Argel se detuvo a unos pasos de Zalnar para poder charlar tranquilamente con Vallan. Pues el hermano mayor parecía demasiado ocupado en retener a Ronet.

—Seguramente quede a la espera de que algún lord la saque a bailar, si no fuera así, o ella no estuviera conforme a la invitación, Farion sería quien la acompañaría.

—¿El general?

—¿Preferiríais ser vos quien la sacara a bailar?

—Yo no tengo idea de cómo mover los pies. —Argel suspiró de forma pesada observando a los miembros de la Corte Oeste, aquellos que parecían más enfrascados en seguir en sus conversaciones, ajenas al resto de cortes. Sus trajes verdes oscuro, les ayudaban a pasar aún más desapercibidos en los rincones de los salones—. ¿Y Zalnar con quien bailara? No tiene prometida...

—Lo desconozco.

La Corte Este permanecía en el otro extremo de la sala, alejados de la Corte Oeste, la rivalidad que pudiera haber entre ambos brillaba con fuerza en momentos como aquel. Apenas se dirigían siquiera una mirada, pues todos ellos parecían encontrarse cómodos tal y como estaban dispuestos en la sala.

Cuando únicamente faltaba la Corte Norte en hacer su entrada para dar comienzo a los bailes, y justo cuando Argel comenzó a pensar que tal vez no se presentarían, una de las escaleras que se encontraban al costado de la sala fue testigo de cómo los cortesanos del norte descendían por ella, con sus ropajes granates con bordados negros y sus capas blancas.

Argel se encontraba al lado de Vallan, puesto que la reina Saelen-Lir Gallander se hallaba en su trono dorado. A cada lado se situaban dos de los hijos de su majestad. A la derecha, Vallan y Argel, y a la izquierda Ronet y Zalnar. Todos ellos en pie observando como todo el mundo dejaba paso a los norteños.

Los Secretos del Rey ❘ Libro 0.1 Precuela ❘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora