Escapar de los guardias era sencillo. Enfrentarse a ellos, esquivarlos, era una tarea fácil. Su niñez se había basado en dar esquinazo a todos los soldados que su padre tenía. Pero aquel monstruo, no era un soldado que cumpliera órdenes, al que pudiera esquivar o ponerle carita de cordero para así dejarla marchar cuando la atrapaban.
Esa bestia era aterradora. Una criatura dispuesta a arrancarle los miembros de un solo bocado, a desmembrarlos, sin apartar sus intensos ojos amarillos de sus víctimas mientras estas agonizaban.
Vanora conocía algunas leyendas de la Corte Oeste, de sus extrañas y tenebrosas criaturas, de los lugares encantados en las ciénagas, del sin fin de bestias que habían escogido el oeste como su refugio tras la pérdida de sus territorios en el reino de Alstan, ahora convertidas en ruinas. Esa era una de ellas, y la más aterradora.
Había algunas adorables, como en todas las cortes, siempre había de todo. Gente buena y mala, por lo que ese tipo de criaturas también podían dividirse en esas categorías. Sin embargo, los Kárima eran realmente peligrosos, al igual que los Kelpies en los mares del sur. Criaturas despiadadas, incentivadas a matar y ansiosas por despedazar a cualquier criatura con los dientes. Se decía que el sonido de los huesos rotos era su favorito.
— ¡¿Qué estás haciendo princesita?!—Los gritos de uno de los chicos le sacó de su ensoñación.
—¡No tengo la llave...!¡No puedo...!
El rugido de la bestia hizo temblar todo el Calión. Las gradas parecían sacudirse debido al inmenso rugido que se escapaba entre las fauces de aquella especie de caimán gigante. El público se mantuvo en silencio durante unos instantes, para segundos después vitorear de nuevo, esta vez cargados de adrenalina pura. El ambiente festivo era contagioso para todos aquellos que, al comienzo, se mostraban más escépticos del enfrentamiento entre el grupo de niños y la bestia.
Las muñecas comenzaron a arderle, la piel parecía quejarse y rasgarse bajo el frio hierro que las cubría. A pesar de conocer bien las maneras de deshacerse de las esposas, aquellas parecían forjadas a conciencia.
Al otro lado de la arena, el Kárima salió de su jaula mostrando sus colmillos a un público frenético. Los rostros de la gente variaban desde la emoción al miedo puro, incluidos algunos temerosos, pero no por el monstruo, sino por los pequeños. Vanora aun así quería pensar que su padre solo quería ponérselo más difícil, dado que la seguridad en las pruebas siempre había sido excepcional. Por lo que, si algo se torcía o se complicaba, los guardias entrarían corriendo para derribar aquella bestia y proteger a los pequeños.
Argel y Ronet ya se encontraban liberados, y junto al resto de participantes corrieron hasta las diferentes armas que se hallaban en el arenal. ¿Pero que arma sería más útil contra eso? A primera vista, ninguna parecía ser una buena opción.
Entonces comprendió que las pruebas no eran únicamente para ver las capacidades individuales de los sujetos que participaban, sino también como podían desenvolverse con otros. No solo buscaban luchadores, buscaban líderes.
Vanora aún de rodillas, mantenía la mandíbula apretada, tratando de contener el dolor que le recorría los brazos. De sus muñecas salían ligeros ríos de sangre que se deslizaban hasta sus dedos cubriendo así sus manos, haciéndole ver como si llevase unos guantes carmesíes.
Sentía su cuerpo totalmente bloqueado. No sabía cómo proceder, pues nunca se había enfrentado a una amenaza igual, ni siquiera de peligro real. Ahora se encontraba sola en una arena de combate, junto a un grupo de diez a quince niños repartidos por el lugar.
—¡Eh! ¡Escucha!
Vanora parpadeó repetidamente en un intento de deshacerse de la neblina que cubría su mente, que evitaba que pudiera pensar con claridad. Visualizó a Argel y a Ronet discutiendo y empujándose por agarrar una de las espadas que estaban clavadas en la arena. Al principio no comprendió por qué, pero al ver como otros participantes habían cogido otras armas, oxidadas o mermadas entendió porque parecían pelearse por aquella. Era de las pocas armas que se mantenían en perfecto estado.
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Los Secretos del Rey ❘ Libro 0.1 Precuela ❘
Fantasy|Novela COMPLETA| Vanora Cadogan y Argel Gallander no tienen nada en común. Ella es la princesa de la Corte Norte, un lugar frio y desolado y él un príncipe pirata de la Corte Sur. Es entonces cuando sus destinos se ven unidos y todo cambia. Argel...