La tierra y las piedras se clavaban en sus rodillas como cuchillas. El terreno todavía húmedo por las recientes lluvias hacía que por su propio peso se hundiera más en aquel barrizal. Ella, y el resto de niños y niñas que estaban a su alrededor, estaban sufriendo exactamente el mismo castigo.
—¿Esto es lo que has conseguido amigo? —El tono de Hedas era claramente burlón ante un hombre como Dullahan que se mantenía impasible a su lado—. Unos cuantos mestizos que no sabrán sujetar ni una espada de madera, dos humanos que no tienen pinta de saber cocinar...
Vanora notó como se le tensaban los músculos, en como ya de rodillas aquel misterioso chico que también era preso no le quitaba los ojos de encima. Su cabello completamente negro, con las puntas blancas la tenía claramente encandilada, como si no pudiera apartar los ojos de él, sin saber que era aquello que tanto le llamaba la atención de aquel muchacho.
Su compañero tampoco pasaba desapercibido, la verdad.
Un chico de cabello azul como el más profundo de los mares, de ojos del mismo color y piel tostada, todo en él parecía indicar que provenía de un linaje puro de Lyvanar. Su cabello, sus ojos, sus orejas, y sin embargo éstas no eran tan pronunciadas como las de Hara. Pero, ¿Qué era si no era puramente élfico?
Sus ojos se percataron entonces de cómo le contestaba algo al chico del que sentía que no podía apartar la mirada, y sus dientes fueron la prueba de que aquel chico de cabello azul era un cambiante. Un tipo de mestizos con una magia más ancestral que cualquiera de las Menores. Pues ellos tenían la capacidad de transformarse en bestias, en cualquier tipo de animal.
—¿Y esto? —La mano callosa de Hedas la pilló por sorpresa, su agarre fue fuerte, y su mandíbula crujió ante la fuerza de los dedos del comandante. Vanora solo pudo abrir los labios para respirar antes de devolverle la misma mirada de desaprobación—. ¿Otra mestiza? Oh, pero veo que a su lado hay una auténtica fae. Bien.
—Ellas me pertenecen. —Se adelantó Dullahan con una voz de ultratumba a espaldas de su amigo, el cual seguía pavoneándose delante de los niños.
La risa de Hedas no tardó en retumbar por el bosque, mientras sus manos liberaban a las dos niñas. Su paso se volvió firme, hundiéndose en el barro y levantando este para manchar a los temblorosos presos que murmuraban rezos, en lenguas extrañas.
Pero nada iba a salvarlos.
—Creo que esta vez yo he conseguido algo mejor, Dullahan.
—Eso tendremos que verlo con el tiempo. —Recordó el hombre con cara de pocos amigos. No estaba de muy buen humor al parecer—. Solo las estaciones nos dirán si merecen la pena.
—No me es necesario esperar, aquí tengo a mis dos apuestas ganadoras.
En aquel instante, mientras Vanora aún comprobaba el estado de su amiga que respiraba con dificultad, sus ojos viajaron de golpe como el del resto de los niños ante el movimiento brusco de Hedas. Sus grandes manos agarraron a los dos chicos en los que Vanora ya se había fijado antes, y estos fueron levantados a la fuerza y tirados a la orilla de la hoguera.
—Levantaos mocosos. —Les exigió el comandante de la muerte—. Y decid vuestros nombres.
El primero en hacerlo fue el chico de pelo azul que, apartándose el barro de la cara, y aún de rodillas expresó su nombre con ira.
—Zelik Omenak, señor.
—Un Cambiante, Dullahan. —Expresó un soldado que se encontraba tras el segundo comandante. Éste asintió con lentitud aún con los brazos cruzados. Aunque le hubiera recalcado todo el viaje que él tenía otras formas de ver, parecía seguir necesitando cierta información de vez en cuando.
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Los Secretos del Rey ❘ Libro 0.1 Precuela ❘
Fantasy|Novela COMPLETA| Vanora Cadogan y Argel Gallander no tienen nada en común. Ella es la princesa de la Corte Norte, un lugar frio y desolado y él un príncipe pirata de la Corte Sur. Es entonces cuando sus destinos se ven unidos y todo cambia. Argel...