Dos días habían pasado desde que habían comenzado a recopilar información sobre el lugar. Y aunque no habían logrado gran cosa sobre la identidad del gobernante del castillo, al menos tenían toda la información sobre las rutas de los soldados que vigilaban los muros y los horarios del servicio.
Fue en el instante en el que la noche comenzó a caer y Novara regresó de su pequeña expedición, que se percató de su ausencia. Durante las últimas horas se habían organizado de tal manera que cada uno se iba a acercar por uno de los extremos del castillo y así identificar a quienes podrían ponérselo más difícil a la hora de colarse en aquel lugar.
Pero Art no estaba allí. No estaba en el punto de reencuentro que habían acordado y donde debían reunirse al finalizar de la expedición.
Con el corazón golpeando en su pecho por la reciente carrera hasta su pequeña base, Vanora se percató de que el caballo de Art seguía allí, atado a las ramas del árbol junto al suyo, un corcel de pelaje negro con algunas motas blancas repartidas por sus patas y hocico, tenía los ojos clavados en ella.
—¿Dónde está? —Y como si le hubiera entendido, el caballo negro sacudió la cabeza en dirección al bosque—. Gracias.
Nunca lo había entendido pero aquel corcel parecía más listo que los demás. Como si estuviera atado a su dueño. Él y Art habían formado un extraño vínculo y no era de extrañar ya que el pequeño había cuidado de ese animal durante días y noches, veranos e inviernos. Arterys había preferido en más de mil ocasiones la compañía de aquel corcel a la de cualquier mestizo de su alrededor. Y algo le decía, que su compañero prefería lo mismo.
Corrió con su hacha en mano por si le había pasado algo, preparada para atacar a quien hubiera podido llevarse a Arterys o simplemente el que hubiera hecho que el muchacho dejase su posición y así ir tras él. Debía haber sucedido algo importante, ya que Art era demasiado estratega y ceñido a sus propias normas como para abandonar su posición sin una buena razón.
Mientras daba zancadas por el bosque, con el viento golpeando su rostro, en las ramas y hojas que crujían bajo sus pies, a cada pisada había mil pensamientos cruzando por su mente. ¿La noche de hacía dos días? Ambos habían mantenido las distancias, tanto físicas como cualquier otra en un intento de no repetir aquello.
Y es que a Novara se le seguía encogiendo el corazón cada vez que pensaba en las manos de Art sobre las suyas, en su aliento cálido contra su rostro o su olor a roble y una pizca de miel por las innumerables veces que había sido castigado a ayudar en las cocinas.
Pero a pesar de que su cuerpo tirase de ella para volver a repetir lo de la noche anterior, el de él solo se alejaba más, por lo que sus esperanzas por saber si tan solo el chico podía sentir una pizca de atracción por ella se esfumaba cada vez que él se distanciaba.
Y es que esa posibilidad, de estar juntos, era tan ridícula como parecía. Era soñar despierta sobre algo que podría matarla a ella, pero también a él. Pero, ¿Acostarse? Quizás, evidentemente en el campamento muchos tenían ese tipo de relación física. Pero no estaba segura de querer tan solo eso, ceder a ese placer carnal con Art. Ansiaba más. Algo que no podrían lograr si ambos seguían formando parte de la Orden.
Así que sus esperanzas fueron muriendo a cada minuto que pasaba. En cada segundo en el que el sol volvía a desaparecer tras las colinas del norte y el frío regresaba.
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—No tiene gracia Arterys. ¡Podrían haberte secuestrado o matado!
—Estaba dándome un baño en el río y de paso lavando la ropa. —Se quejó el muchacho encogiéndose de hombros mientras escurría entre sus fuertes manos la camisa de lino que solía llevar—. No podía soportar más el picor.
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Los Secretos del Rey ❘ Libro 0.1 Precuela ❘
Fantasia|Novela COMPLETA| Vanora Cadogan y Argel Gallander no tienen nada en común. Ella es la princesa de la Corte Norte, un lugar frio y desolado y él un príncipe pirata de la Corte Sur. Es entonces cuando sus destinos se ven unidos y todo cambia. Argel...