Argel jamás había estado en presencia de un Invocador, ni de ningún tipo de magia. Siempre había pensado en cómo sería ver a uno de aquellos seres que eran capaces de usar los elementos, de manejarlos, de crear o destruir cosas con ellos. Lo poco que conocía de las costumbres e historia de Alstaen, se basaba en que todos sus habitantes, fuera cual fuera su corte, eran todos ellos mestizos.
Conocía los cuentos clásicos de su hogar. Aquellos en los que se mencionaba cómo los humanos habitaban gran parte del continente y que en el reino de Alstan habitaban los feéricos. Un reino que era regido y formado por seres élficos y mágicos provenientes de Lyvanar. Con el pasar de los siglos y tras batallas internas por la liberación, los humanos y los feéricos acabaron uniéndose creando así a los mestizos, entre los que surgieron los famosos Invocadores, seres que reunían las habilidades humanas y élficas. A día de hoy, todos los habitantes del continente eran mestizos, apenas quedaban humanos y feéricos puros en Alstaen.
—No debéis acercaros a las norteñas Argel.
El pequeño miró a su hermano y en cómo se sentaba a su lado, observando como la princesa descendía por las escaleras en compañía de su hermano, no pudo evitar preguntarse por qué había aquella reticencia a aliarse con los norteños.
Zalnar se acomodó la capa para poder disfrutar del espectáculo.
—¿No os caen bien?
—Son las mujeres más peligrosas de Alstaen.
—Pero...todas las mujeres lo son, alteza.
Ante aquella respuesta, Zalnar no dudó en reírse, al ver como su hermano pequeño sonreía con las mejillas totalmente sonrojadas. Lo cual llamó la atención del mayor, que acarició la nuca de Argel con cariño. Una pequeña amistad comenzaba a florecer entre ambos hermanos.
—¿A qué se debe ese comentario? —preguntó con una sonrisa cargada de dulzura el heredero del sur.
—Las mujeres de Inrish son piratas, muchas vienen de las islas de Amarok. Son como serpientes, bellas y mortíferas... Nunca sabes cuando pueden morderte.
La risa de Zalnar apenas fue audible entre las exclamaciones de sorpresa del pueblo, que parecía anonadado al ver como el Invocador de la Magia de Meraen, aquella que era la especialidad de la Corte Sur por su elemento como lo era el agua, creaba formas de gran tamaño para mostrar sus habilidades.
—Nunca he viajado fuera de la Corte, pero doy fe en que esas mujeres son peligrosas. —Los ojos azules de Zalnar brillaron con ternura al comprobar cómo su hermano pequeño sonreía aliviado de que alguien, al fin, valorase lo que decía—. Pero recuerda que, si las sureñas son serpientes, y sí, son peligrosas...Las norteñas son dragones y esas damas son letales. Prométeme que tendrás cuidado con esa chica.
—Lo prometo, hermano.
Zalnar sonrió revolviéndole así el cabello al pequeño Argel que sonreía aliviado, y se aferraba a su hermano con la esperanza, de que con aquel acercamiento le permitieran despedirse de su querido padre. Aunque sin saberlo ya había encontrado una familia.
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—Recordad que después de esta noche, todo cambiará. Las princesas y nobles de todas las cortes se encuentran aquí, en Shunra.
La reina Saelen se encontraba en la sala del trono, sobre aquel que era el lugar de más poder. Seguía ataviada con aquel vestido azul con detalles dorados que la hacían lucir hermosa, ante la luz veraniega que se colaba cálida por los enormes ventanales que decoraban la gran sala. Sus cortinas blancas con dibujos dorados ondeaban suavemente al viento y las velas que adornaban los candelabros tintineaban perezosos.
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Los Secretos del Rey ❘ Libro 0.1 Precuela ❘
Fantasy|Novela COMPLETA| Vanora Cadogan y Argel Gallander no tienen nada en común. Ella es la princesa de la Corte Norte, un lugar frio y desolado y él un príncipe pirata de la Corte Sur. Es entonces cuando sus destinos se ven unidos y todo cambia. Argel...