Capítulo 35 ❆

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Espalda contra espalda, hombro contra hombro. Una brisa los golpeó con fuerza y la imagen de aquellos niños que habían sido hacía ya diez años se disipó de un plumazo. El tiempo se escapaba de sus manos con una habilidad aterradora, llevándose consigo a aquellos pequeños que llegaron al campamento de Hedas y Dullahan. Un grupo de niños y niñas aterrados que se habían vuelto adultos y que habían aprendido a abrazar al miedo y caminar con él a su lado. Pues ya no eran unos críos, ahora ya no tenían ocho u once años, sino dieciocho y veintiuno.

Los ojos de Novara Ganodac, totalmente plateados, brillaron ante la luz de la primavera y provocó que su compañero le lanzase una mirada de cautela. La chica se vio obligada a alzar la cabeza, pues, aunque ya eran adultos, él seguía sacándole una cabeza de altura. Ordenándole que tuviera precaución.

Arterys, o Darak Arterys como ella le había nombrado después de aquel descubrimiento de hacía ya diez inviernos, le dedicó una mirada desaprobatoria ante la situación en la que se habían metido, y debido a los felinos que tenían delante.

—No me mires así. Y, además, tienes que admitir que está siendo divertido. —Novara alzó sus dos hachas con firmeza dejando que Arterys sonriera ante la fuerza que había adquirido con el paso del tiempo.

—Lo sería si no hubieras dejado escapar al ciervo y no nos hubieras metido en medio de una jauría de panteras grises. —Le rebatió Art con un gesto de negación. Su espada corta relucía con la luz del sol y con la que intentaba cegar a las bestias que querían comérselas.

—Oh venga, no puedes esperar a que todo salga como tú quieres.

—Los planes sirven para algo, Ganodac. —Los ojos de Art la miraron por encima de su hombro, aunque ella no le había quitado los ojos de encima desde que habían comenzado a hablar. Con una sonrisa en su rostro se permitió disfrutar del brillo que tenían sus ojos verdes.

—Las estrategias son aburridas, es mejor lanzarse a la aventura.

—Y así es como acabarás muerta algún día. —Tras pronunciar sus palabras vio como ella se encogía sutilmente de hombros y volvía a girarse contra él.

Permitiéndose sentir así los músculos de Arterys, que podían notarse a pesar de la ropa. En como daba un paso hacia atrás para sentir el calor reconfortante de Arterys a su espalda. En la seguridad que le propiciaba tenerlo tras ella. Siempre cubriéndola, aguardando por atacar y luchar. Se habían convertido en un equipo, y aunque aún tuvieran sus diferencias, al menos ya se soportaban más que de niños.

Novara no tardó en lanzarse al ataque justo cuando una especie de pantera tres veces más grande y con los ojos azul eléctrico saltaba de entre los arbustos. Corrió hasta alguna de las panteras grises que se lanzaba hacia ella y con el hacha en mano fue a deshacerse de ellas.

Con Arterys aún a su espalda, y el nuevo intruso que se había apuntado a luchar con ellos. No podía ser otro que Zelik Omenak. Porque aquella pantera de tamaño descomunal, lucía los dientes serrados y los ojos azules de su buen amigo el Cambiante.

Zelik nunca se perdía una batalla y más si era para luchar junto a sus amigos.

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El campamento había cambiado. Ya no se encontraban en el cuello, cerca de la Corte Sur como los últimos años, si no que se habían adentrado más y más en el Bosque Muerto hasta alcanzar los alrededores del antiguo reino de Alstan. Ciudades perdidas en las tinieblas que ahora luchaban por salir de la oscuridad.

Un bosque que hasta hacía unas dos décadas no era más que arboles muertos, ahora comenzaba a florecer y extrañas criaturas volvían al que hacía tanto tiempo había sido su hogar.

Los Secretos del Rey ❘ Libro 0.1 Precuela ❘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora