Las manos de Bugul la sacudieron sin cesar, sus dedos huesudos se clavaron sobre sus hombros y la arrastraron contra uno de los grandes robles que se encontraban cerca del riachuelo. Sus cuerpos quedaron embarrados mientras el silencio reinaba sobre ellos, sobre el mundo. Apenas sabían qué había sucedido, solo el silbido de una flecha y un grito fue todo lo que llegaron a escuchar.
Ningún pájaro parecía dispuesto a correr el riesgo de batir sus alas, ninguna liebre quería hacer el más mínimo ruido y ser atravesada por otra flecha. El mundo se había detenido en aquel instante y todo el bosque lo sabía.
Una presencia oscura deambulaba entre ellos, entre los arbustos, entre sus aguas. Algo o alguien a quien todos temían. Y si no lo hacías, si no te aterraban las leyendas solo podía ser por dos motivos, o eras un ignorante, o un idiota.
—Vanora...
La joven que se encontraba hecha un ovillo contra el árbol, no fue capaz de levantar la vista hasta que Bugul le agarró de la mano. Demasiados pensamientos golpeaban a la joven, aterrada por el sonido de la flecha. No quería admitirlo, pero aquello, el grito, el disparo, desencadenó el terror que había mantenido oculto desde lo sucedido en el sur.
Alguien los había visto, o estaba cazando demasiado cerca. De cualquier forma, la posibilidad de ser la presa de algún cazador experimentado, de ser el objetivo de alguno de los mercenarios de su padre la hacía hiperventilar como las noches en las que las ventiscas golpeaban su reino.
Temblorosa, y sin dejar de observar a su amigo, se permitió durante unos instantes mirar a su alrededor en busca de alguna señal. Pero no había nada. ¿Acaso se lo había imaginado? No, aquello era imposible. El grito había sido demasiado real, como para imaginarlo.
La cara de Bugul dejaba claro que él también había escuchado la flecha, y el grito. Que, sin duda, no estaba cayendo en la locura.
—Bugul saber otro camino.
—¿Crees que me están buscando a mí o.?? —Ni siquiera podía terminar la frase, su aliento era casi nulo y sus pulmones ardían al no recibir la cantidad necesaria para respirar con normalidad—. Creo que me estoy ahogando...No puedo respirar.
—¿Confiar en Bugul? —La princesa asintió ante su pregunta, y antes de que pudiera alzar la cabeza el pequeño ya tiraba de ella hacía el interior del bosque—. Seguir a Bugul. Correr sin parar.
Las hojas crujían bajo sus pies, y las ramitas seguían el mismo ritmo al romperse. No estaban siendo muy silenciosos, y fuera lo que fuera lo que hubiera disparado aquella flecha, tenían la certeza de que podría seguir les con mucha facilidad. Y no parecía fallar en su objetivo.
Pero había algo que no lograba sacar de su mente en esos instantes y era; ¿Por qué motivo le aterraba tanto su padre? Quería matarla, sí. Ya lo había dejado claro, pero hasta aquel día en la Corte Sur no había mostrado indicios de que fuera una amenaza tan real. Entonces... ¿Qué había cambiado? ¿Qué había visto su padre en ella? Necesitaba saber cuál era el motivo de su persecución.
¿Y su hermano? ¿Por qué motivo habría insistido tanto en defender a su padre? Odiaba las situaciones como aquella, en la que cuando su vida parecía correr peligro su mente iba a mil por hora. Sus recuerdos y pensamientos se mezclaban de tal forma que en ocasiones la bloqueaban en exceso.
Entonces Bugul giró para meterse por un pequeño desfiladero soltando a Vanora para examinar el lugar. La princesa aun aturdida por todo lo que bullía en su mente, no controló a tiempo la frenada y se deslizó por la tierra húmeda hasta tropezar con una extraña masa y caer al suelo.
Su cara se embadurno de barro y hojas, maldiciendo por ser tan estúpida y patosa, se apoyó en sus codos para ver con qué estúpida roca había tropezado. ¿Roca? No lo era, sin duda. Sus ojos no creían lo que estaban viendo, y sin embargo no podía apartar la mirada de ello. De él.
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Los Secretos del Rey ❘ Libro 0.1 Precuela ❘
Fantasy|Novela COMPLETA| Vanora Cadogan y Argel Gallander no tienen nada en común. Ella es la princesa de la Corte Norte, un lugar frio y desolado y él un príncipe pirata de la Corte Sur. Es entonces cuando sus destinos se ven unidos y todo cambia. Argel...