—Sigue resultándome fascinante como pasáis de admirar a una dama a temerla, siendo alguien que se ha criado con mujeres piratas.
Argel no esperaba las palabras de su hermano, pero tras haber estado lanzándole indirectas desde que habían abandonado el castillo, había logrado llamar su atención con aquel último comentario. ¿Qué esperaba? Claro que la admiraba, porque una parte de él siempre había deseado tener ese carácter. En tal vez, parecerse un poco a ella para evitar que Ronet le menospreciara, para que Zalnar no se sintiera tan protector...
—¿Por qué decís eso?
— Ambos sabemos cómo la mirabais el día que llego, era como si estuvierais dispuesto a bajar corriendo las escaleras para presentaros.
—Me sorprendió como era, y tras ver como casi me corta el cuello digamos que las ganas de saludarla se esfumaron para siempre. —Dijo de malas formas Argel a su hermano. —¿Por qué sigues insistiendo en eso?
—Vamos Argel, no debes sentir vergüenza.
—¿Vergüenza?
El príncipe observo a su hermano menor con incredulidad, a pesar de tener las mejillas sonrojadas sentía que admitir que aquella chica le podía llegar a parecer hermosa era como acepar la belleza de una serpiente letal. Que, en cualquier momento podría morder. Y si algo había aprendido, era a no jugar con serpientes.
—La primera vez que ves a una princesa o un príncipe resulta impactante. —Anuncio Vallan con total normalidad. Sus ojos azules parecían perdidos en la distancia mientras avanzaban por los caminos de tierra internándose en el bosque. —Sus vestidos, sus andares, y sobre todo su orgullo. Son increíblemente embriagadores cuando los conoces.
Argel se quedó sin palabras. Todo lo que había dicho su hermano era cierto, era tal y como se había sentido. ¿Pero cómo Vallan iba a sentirse así? Él era alguien de la realeza, se había criado en el castillo, y tenía el mismo rango, educación y orgullo que los príncipes o princesas de las otras cortes.
—Confié ciegamente en ella, porque me parecía hermosa. Porque quería creer que una princesa encadenada, como lo era la norteña...
—Necesitaría un caballero.
—¿No es acaso lo que necesita una princesa? ¿Un príncipe?
Vallan no pudo evitar reír que suavidad mientras avanzaban tras Vanora, que ajena a la conversación parecía contemplar un mapa que habían robado de la biblioteca. Argel sin embargo seguía sin comprender porque su hermano menor se reía de aquello. ¿No era lo que se suponía que hacían los caballeros de las cortes? ¿Defender a sus damas?
—¿En serio os criasteis en una isla rodeado de piratas? —Vallan sacudió sus rizos rubios para así contemplarlo con incredulidad.
—Mi padre siempre menciono las costumbres de Alstaen, y yo pensaba que los protocolos...
—Eso está demasiado anticuado Argel, ya no somos así. Podemos ser caballerosos, pero ni ellas nos necesitan para reinar ni al contrario. Lamento decepcionarte hermano, pero las princesas de Alstaen no están dispuestas aceptar la mano de ningún príncipe.
Argel asintió con lentitud tratando de asumir aquellas palabras que su propio hermano le había dicho. Que contrastaban con todo lo que se suponía que debía aprender en palacio. Los protocolos eran aparentemente importantes, pero dependía mucho de con quien se usarán y como...
Si algo intuía era que las cosas habían cambiado mucho de como Oseus, su padre había tenido que lidiar con los nobles y sus modales en su época. Las princesas parecían haber adoptado mucho más carácter e independencia desde hacía algunos años, y es que su propia madre era el ejemplo perfecto. No era controlada por su padre que yacía en las costas esmeraldas de Solandis, ni en ningún marido opresor que tratase de hacerse con un legado que no era suyo.
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Los Secretos del Rey ❘ Libro 0.1 Precuela ❘
Fantasía|Novela COMPLETA| Vanora Cadogan y Argel Gallander no tienen nada en común. Ella es la princesa de la Corte Norte, un lugar frio y desolado y él un príncipe pirata de la Corte Sur. Es entonces cuando sus destinos se ven unidos y todo cambia. Argel...