Deshacerse de las esposas fue sencillo, solo necesitaba encontrar a alguien que la liberase sin hacer preguntas. Era imposible detener a cualquier hombre, mujer o niño sin que probablemente la reconociera y avisase a los guardias, arruinándole así la diversión. Aquel chico no parecía importarle que deambulase sola, ni que fuera esposada.
— ¿Y ahora?
—Ahora iré por ese lado y tú por el otro.
—Pero teníamos un trato. —Se quejó el pirata entre muecas de desagrado.
—Yo no he prometido nada, solo os pedí que me quitarais las esposas y lo hicisteis. Gracias por ello.
—Habéis dicho que me enseñarías a ser un príncipe.
—¿Y cómo queréis que haga eso?
—No sé, los príncipes saben muchas cosas. Vos lleváis siendo princesa mucho más tiempo que yo, y...
Vanora se acercó hasta el chico viendo como este retrocedía torpemente hasta la pared, golpeándose sin querer la parte trasera de la cabeza contra el muro de piedra. En los ojos del pequeño podía verse la incertidumbre y la confusión brillar en ellos. Una mirada tan azul como el mismo cielo y el mar más profundo, realmente llamativa. En aquel instante, se percató de las motas doradas que brillaban en su interior, de un extraño dorado.
—¿Queréis que os enseñe a bailar? Es lo que enseñan en mi corte.
—Algo sabréis que podáis mostrarme, algo para ser mejor príncipe.
—Muy bien.
Con las esposas aun en el suelo, la joven princesa las lanzó lejos de una patada para, ante la distracción del pirata, golpearle con el codo en la barbilla aturdiéndole, viendo como él tiraba la cabeza hacía atrás soltando una maldición. La princesa usó el mismo brazo con el que le había golpeado para empujarlo y tirarlo contra la pared por lo que su espalda se deslizó hasta caer al suelo.
Antes de que él cayera al barro, y tras propinarle el empujón con la otra mano, Vanora había sido tan hábil como para robarle la daga que llevaba en su cinturón. La examinó con tranquilidad dejando que él se recuperase y se acariciase la mandíbula.
—Ni si quiera está afilada. —Murmuró Vanora con decepción.
—¿Por qué me habéis golpeado?
—¿No queríais una lección? Ya la tenéis, no os fieis de nadie.
—Pero...
Las mejillas de Argel se enrojecieron y sus labios soltaron un bufido y se sintió molesto de ser nuevamente apaleado.
—Decían que las damas de la Corte Norte no sabían pelear. Que no enseñan a las mujeres y menos a las princesas.
—Y no lo hacen. —Sentenció ella girando el arma entre sus dedos de forma torpe examinando que sin apenas filo no cortaba lo más mínimo. Era un arma para niños, para infundir miedo y no dañar.
—¿Entonces...? ¿Cómo...?
—Simplemente soy mejor que vos.
La chica se encogió de hombros y le tendió su juguete para niños con una sonrisa torcida.
—¿El orgullo es algo que os enseñan en el norte?
—El orgullo, como vos lo llamáis, es lo único que tengo.
—Vos...
—Como los hombres de mi corte, cometéis el maldito error de subestimarme. —Vanora giró sobre sus dedos la hoja del arma para alzarla contra el cuello del chico—. Soy una princesa, pero no vivo en apuros constantemente. No necesito un soldado a mi lado, ni una niñera que me cuide.
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Los Secretos del Rey ❘ Libro 0.1 Precuela ❘
Fantasia|Novela COMPLETA| Vanora Cadogan y Argel Gallander no tienen nada en común. Ella es la princesa de la Corte Norte, un lugar frio y desolado y él un príncipe pirata de la Corte Sur. Es entonces cuando sus destinos se ven unidos y todo cambia. Argel...