Capitulo 4

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Ya lo tenia escrito así que... 🤷‍♀️

Camila entró en el ascensor, donde era consciente que los dos hombres no paraban de mirarla. Benjamín, en cambio, se había quedado un poco tieso, o por lo menos una parte de él. Estaba realmente hermosa. Hacia siglos que no disfrutaba de la belleza de una mujer. Cuando el ascensor llegó a la planta cero, Camila salió riéndose entre dientes. Escuchó como alguien a su espalda tosía forzadamente. Se giró. Era él, Benjamín, el alto y rubio caballero que la había ayudado con su maleta y le había propuesto una cita.

-Milady, perdóneme por haber estado acompañados el nuestro primer encuentro -le susurró. Camila aguantó la risa-.

-Oh, no tiene de que disculparse, señor. He podido sobrevivir.

-A sido una pena no poder decírselo antes -dijo saliendo por las transparentes puestas de cristal del hotel para encontrarse con un bello atardecer frente a ellos-, pero me temo que está hermosa.

Camila se sonrojó. Era muy consciente del jueguito que tenían ese desconocido y ella, pero le estaba fascinando. Nunca en su vida disfrutó de la vida y cuando lo intentaba, siempre había alguien para joderla. Por una vez quería ser libre y vivir una semana inolvidable en aquella isla.

-¿Y es eso tan terrible? -preguntó la chica en un susurro-.

-Teniendo en cuenta que voy a tener que pelearme con alguno que otro esta noche para que no se acerque a usted, pues creo que sí.

-¿Y dónde vamos?

-Es una sorpresa -le sonrió Benjamín-.

Llegaron al coche de Benjamín. Lo abrió con el mando a distancia y le abrió la puerta a Camila. Ella le sonrió, como si estuviera dentro de un cuento de hadas. ¡Joder! No se le había pasado por la cabeza que podía ser un astuto asesino y/o violador que pretendía raptarla para hacer con ella lo que le diera en gana. ¡Ja! Iba listo si creía que había encontrado a la persona adecuada.

Benjamín abrió la puerta del conductor y se montó. Rápidamente, con una sonrisa, hizo que cualquier mal pensamiento que vagara por la mente de Camila desapareciera.

Felipe cerró la puerta de la despensa. Tenía algo de hambre y había ido por un buen paquete de patatas. Cuando pasó por la sala de reuniones vio, a través de los ventanales que tenía esta sala para el pasillo, que Jaime estaba dentro con unos papeles, imagen típica dentro de ese mundo.

-Jaime, necesito hablar contigo.

-No doy a más. ¿Otra misión?

-No, solo quiero que estés pendiente si llegan noticias de Carlos. Cada vez se le hace más difícil comunicarse con nosotros y no se que está tramando la O.A.S.

-Está bien. Oye, Feli. Dentro de un mes es el cumple de Camila. ¿Qué tienes pensamiento de comprarle?

Felipe se quedó pensativo. Nunca se había parado a pensar un regalo un mes antes. Siempre improvisaba o mandaba a Luisana o a Camila, según el caso, a comprar algo de su parte.

-Pues no sé. ¿Has pensado algo?

Jaime negó. Felipe se encogió de hombres y salió de la habitación abriendo el paquete de patatas. Sí, ya tenía el regalo perfecto: la cabeza del asesino de sus padres. Si encontraba al hijo de puta ese, sería lo que le regalaría. Así Camila terminaba con esa tortura que la seguía desde los seis años. De camino a su despacho, pasó enfrente de los otros dos. En uno de ellos estaba Luisana, así que entró y cerró la puerta.

-Hola, amor. Cuando quieras, nos vamos a casa -le dijo Felipe-. Luisana solo asintió y siguió tecleando-. ¿Quieres?

Felipe le puso el paquete de patatas delante de los morros de Luisana, tanto que casi le mete la cabeza dentro. Luisana, cómo si este quemara u oliera a podrido, se retiró del paquete. Había pegado un bote y se había colocado a tres metros.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora