Capitulo 46

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Un año más tarde...

La noche era perfecta. Parecía que estaba cargada de magia. La suave brisa sureña había provocado que los montones de pétalos formaran una bellísima lluvia de colores. Pétalos rojos, amarillos, violetas, blancos... Todos caían alrededor del nuevo matrimonio que por fin había decidido enlazase legalmente: Federico y Luisa. O, como los llamaba los más cercanos, Fede y Lui. O, incluso, como los conocían aquellas personas que habían sufrido junto con ellos, Felipe y Luisana.

Felipe besó a la dueña de su corazón y madre de su hijo. La sonrisa de ella brillaba más que cualquiera de las farolas que iluminaba la calle, por lo menos para él.
Miró a su hijo, que estaba al lado de su prima, justamente en frente, siendo el que más pétalos les había tirado. Intercambió una grandísima sonrisa con su prima y enseguida los rodearon para felicitarlos.

Todo estaba saliendo de las mil maravillas, pensó Camila mirando nuevamente a su alrededor. Su sobrino le tiró un poco del hermoso vestido que se había comprado para la boda. Era extremadamente caro y aún lo estaba pagando con su sueldo de florista, pero se había encaprichado de él y el evento lo merecía.

-¿Puedo ir ya a jugar? -le preguntó señalando a los niños que ya se había reunido.

-Claro que sí, pero intenta no mancharte -le sonrió y lo observó mientras corría hacia los niños. Por supuesto, la segunda parte de la frase ya estaría borrada de su mente.

Carlos estaba justo a su lado, conversando con Marta, Blanca y Marcos sobre su primera visita al ginecólogo. Marta estaba embarazada y Carlos lo iba gritando a los cuatro vientos.

Otra novedad era que Blanca y Marcos habían ido juntos a la boda. Parece ser que, después de un año, algo había empezado a surgir entre ellos. De todas formas, aún no habían confirmado nada, aunque fuera más que evidente.

Jorge se acercó al grupo y saludó a todos, incluyendo un cumplido para cada una de las mujeres. Aunque fuera extraño, en ese año él y Camila se habían hecho grandes amigos.

Él respetaba que no quisiera saber nada de Benjamín y ella aceptaba que entre los dos hombres hubiera aún una gran amistad.

-Ahora vengo -se disculpó ella.

Caminó hasta la gran carpa para asegurarse de que todo estuviera en orden. Luisana sabía sido bastante clara y precisa sobre cómo colocar las flores que iban a acompañarlos en la ceremonia. Ambas habían montado una floristería y la había llamado “Jazmín”, en honor a su gran amigo Alex, que era quien había decidido el nombre de la floristería que les servía anteriormente como tapadera. Les iba muy bien allí.

Era curioso como por casualidades de la vida casi todos habían ido a refugiarse a aquel pueblo. Ya fuera por ser familia, amigos o por ser las únicas personas que significaban algo en sus vidas, ahora aquel pueblo tenía unas quince personas más. Era un pueblo pequeño y acogedor, lo suficientemente aislado de los grandes centros urbanos pero lo bastante cerca para cualquier emergencia. Muchos turistas acudían allí para realizar los distintos senderos que ofrecía aquella localidad, así como visitar sus bellas calles y plazoletas.

Los niños jugaban inocentemente por las calles, sin molestarse por la presencia de muchos coches o por la gran nube de contaminación que rodeaba las grandes ciudades. En definitiva, todos habían encontrado allí un hogar, cerca de aquellos que les importaba. Bueno, casi todos.

Entró en la carpa y miró los centros florales que ella misma había preparado con ayuda de sus amigas. Estaba todo en el lugar indicado. Se acercó a una de las mesas y vio su nombre escrito en una tarjeta con unas elegantes letras:

Camelia

Camelia. Cam para los amigos. No es que fuera el nombre que más le gustaba, pero le permitía recibir un apodo gracias al cual se sintiera ella misma.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora