Capítulo 51

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Dos meses más tarde...

Camila cerró la caja donde había guardado la ropa de entretiempo. Era julio y el calor era abrasador. Ya no necesitaría una camiseta de manga larga, por muy fina que esta fuera. Solo era por la noche, y no todas, cuando necesitaba una rebeca.

Se echó el mechón suelto para atrás con la mano, después de haber hecho algún que otro intento a base de soplidos. Cogió la caja y la llevó al pequeño cuartillo que tenía la vivienda en el hueco de la escalera.

El timbre sonó cuando estaba ordenando el caótico cuartillo, lleno de cajas y bolsas. En menos de dos años había llenado el habitáculo. Salió y fue rápidamente a abrir. Seguramente era Carlitos, que pasaría aquella noche allí. Había terminado el colegio y quería quedarse con ella.

—Hola –saludó alegremente cuando abrió. Efectivamente era Carlitos, que lo había traído Benjamín—. Pasen.

Carlitos corrió hacia el interior, dejando a los dos solos. Se sonrieron.

Esos dos meses habían hecho que la relación entre ellos cambiara. Habían pasado todos los días juntos, sino era porque Carlitos quería que ambos lo llevaran al parque, era porque Jorge los invitaba a cenar, o porque Luisana le pedía que le llevara alguna planta. Sus amigos se habían empeñado en juntarlos, eran conscientes de ello.

Pero además, Benjamín había ido casi todas las noches a casa de ella, ya fuera para la instalación de las cámaras, para comentarle alguna idea que pudiera proporcionarles alguna pista, para revisar documentos o para cualquier otra cosa. Siempre era por temas relacionados con el caso que se traían entre manos, pero, según iban pasando los días, esos temas se convirtieron en escusas para que Benjamín la visitara.

Las conversaciones fueron derivando, dejado de lado el espionaje para comentar los inocentes pensamientos de Carlitos, las gracias de Carlos o simplemente hablaban de plantas, donde Camila se explayaba mientras él observaba su sonrisa.

Y aunque sabía que nunca olvidaría lo que Benjamín le había hecho, el dolor del corazón de Camila había desaparecido.

—Hace calor, ¿verdad? –le preguntó ella sonriendo, al ver lo acalorado que estaba él. Benjamín se rio, entrando con una bolsa.

—¿Calor? No, claro que no –contestó él con ironía.

—Es por la humedad. El verano pasado también hubo un par de días así. Son asfixiantes.

Benjamín asintió mientras la observaba morderse el labio inferior. Camila miró hacia dentro de la casa y lo invitó a entrar.

—He traído pizza –le comentó él, mostrándole la bolsa que traía. Ella lo miró, sorprendida. Benjamín se sonrojó—. A Carlitos se le ha antojado y no ha parado de insistir.

—Pues ya tenemos cena –sonrió ella, sintiéndose culpable por haber hecho que él se sonrojara—. ¿Quieres agua o algo para beber? Refresco, cerveza...

—Agua, por favor.

Benjamín la siguió hasta la cocina, donde dejó la pizza en la mesa y tomó el vaso de agua que Camila le ofrecía.

—¿Alguna novedad? –preguntó él. Depositando el vaso en el fregadero.

—No, si te refieres a las cámaras. Aunque el alcalde ha respondido a mi petición.

—¿Y qué te ha dicho?

Camila le sonrió, en respuesta a la pregunta. Desde que llegó al pueblo, a la semana así de instalarse, había encontrado un terreno abandonado, que parecía haber sido un parque anteriormente. Había muchos árboles y enseguida se percató de que se trataban de árboles frutales, por lo que, por pura curiosidad, empezó a vitar el lugar con más frecuencia.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora