Capítulo 50

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Hacía calor en el despacho, pensó Benjamín mientras se sentaba en su butaca, pero, sin duda, la presencia de ella allí, delante de él, había incrementado con creces esta sensación.

-¿Me puedes explicar qué está pasando? –le pidió él.

-Me están amenazando –le contestó, con un tono de voz impersonal.

-Lo que quiero decir es por qué has acudido a la policía.

-Soy una ciudadana normal y corriente –le contestó ella con un deje de burla en la voz, mientras se recostaba en la silla en la cual estaba sentada-. Estoy siendo amenazada y he acudido a la policía.

-¿Te puedes dejar de sarcasmos? –le pidió él, elevando la voz más de la cuenta.

-¿Qué quieres que te diga, Benicio? –le preguntó ella, seriamente, recalcando su nuevo nombre.

-Quiero que me expliques que mierda está pasando para que te veas obligada a pedir ayuda a la policía. Los dos sabemos perfectamente que no los necesitas. Les das mil vueltas a todos mis agentes. Y, sobre todo –le ordenó mientras miraba las dos notas-, quiero que me expliques qué son estas dos notas y quién las envió.

Por la mente de Camila pasó más de una contestación para que la discusión siguiera, pero ella era la que voluntariamente había acudido a la policía y Benjamín era el jefe. Tenía todo el derecho a pedir explicaciones.

-No sé de quienes son estas notas, es lo que pretendo averiguar.

Ella le contó, refunfuñando, la posibilidad de que los hubieran descubierto y lo que había planeado para llegar hasta el final del caso.

-¿Y crees que te resultará fácil llevar a un agente por el camino que quieras? Ellos no te dejarán tomar partido en la investigación y no están tan familiarizados con este tipo de sucesos como para poder intuir lo que les plantees.

-No voy a quedarme quieta esperando que me resuelvan la vida.

-Lo sé –murmuró él y se quedó callado.

Se miraron a los ojos, algo incómodos por la situación. Era imposible tener algún tipo de conversación sin que los recuerdos los invadieran. Ella bajó la mirada, cohibida, sin saber muy bien lo que hacer.

-Lo único que se me ocurre es que yo te cubra –le explicó él, casi en un susurro-. Oficialmente me haré cargo yo de tu caso mientras tú te encargas de averiguar qué está pasado. Lógicamente, tendré que estar informado de todo lo que descubras.

Camila levantó la cabeza, sorprendida. No se le había ocurrido esa posibilidad, tal vez por el hecho de que nunca creyó capaz a Benjamín de hacerle ese gran favor. De esa forma no tenía que depender de nadie, estando igualmente cubierta por la policía.

-Es muy buena idea –se apresuró a contestar, antes de que él cambiara de parecer.

-Pero cuando te digo que quiero saber todo, es todo, ¿me entiendes?

-De acuerdo.

-Y cuenta conmigo si necesitas ayuda.

Ella asintió y se levantó, intentando reprimir una sonrisa o cualquier emoción en su rostro. Se despidieron escuetamente y ella salió del despacho embalada, deseando olvidar todos los recuerdos de aquella pequeña cocina que se agolpaban una vez más en su mente.

+++

Era la hora de salir de trabajar, pero Benjamín seguía aún sentado en su sillón, apuntando en una hoja aquello que creía oportuno según se le pasaba por la mente.

Aunque le había dicho a Camila que ella se encargara de toda la investigación, él no podía hacer otra cosa que no fuera pensar en su situación, así que una hora después de que ella se fuera, se rindió, lo asumió y dejó el caso que tenía entre manos para dedicarse a apuntar las ideas que le pudieran ayudar a Camila.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora