Capitulo 23

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Benjamín se bajó del coche de Sebastián, mientras este encendía la radio. Habían hecho el camino estudiando los movimientos que habían hecho durante toda la tarde. Todos los grupos de la O.A.S. estaban al tanto de lo sucedido y todas las entradas a la ciudad estaban vigiladas, además de todos los lugares que Benjamín creyó conveniente.

-Ahora cena con Camila e intenta pasar el máximo de tiempo con ella -le aconsejó Sebastián-.

-Lo sé. Gracias por traerme -sonrió por primera vez en toda la tarde-. Corre, que Rosa debe de estar esperándote.

Sebastián sonrió y cuando Benjamín cerró la puerta, puso rumbo a casa de la prima de Jorge.

Benjamín, por su parte, miró su casa y cerró los ojos. Necesita estar con Camila, que ella lo abrazara y lo mimara. No podía más con la presión de la situación. Odiaba tener que ocultarle cosas a Camila, odiaba tener que admitir que estaba apunto de perderla.

Carlos miró, agazapado en los arbustos, el coche negro detenido en una de las entradas de la ciudad.

-¿Crees que están ahí por nosotros? -dudó Marta-.

-Seguramente -se giró y se puso en gorro que había cogido prestado del hermano de Marta-. Debemos cambiarnos.

Ella no rechistó. Cogió la peluca negra y se la puso lo mejor que pudo. No necesitaba un espejo para hacer eso, ya lo había hecho bastantes veces. Cuando Carlos se puso un bigote postizo, se escuchó la tímida risa de Marta. Él aguantó la risa y decidió seguir disfrazándose.

-Debemos de pasarnos por turistas. Dudo que nos detengan porque no conocen el coche, pero si lo hacen, recuerda que somos una pareja recién casada.

Marta asintió, feliz. No era lo mismo decir que eran una pareja de recién casado a unos amigos de toda la vida, aunque fuera mentira cualquiera de las dos afirmaciones.

Se montaron de nuevo en el coche y pusieron rumbo hacia el interior de la ciudad.

La carretera estaba casi desierta a esa hora, pero Marta subió la música y actuó como si fuera una mujer felizmente casada.

Las sospechas de Carlos se cumplieron cuando un hombre salió del coche y les ordenó que se detuvieran. Él obedeció las ordenes de ese falso policía.

-Documentación -pidió el hombre, sin saludar siquiera-.

Carlos sacó la cartera que Marta le había dado y le enseñó la documentación falsa que habían hecho antes de salir.

El agente, más que mirar la autenticidad del documento, miró de reojo el asiento trasero.

-¿Podría abrir el maletero? -más que pedir, exigió-.

-Por supuesto -le respondió Carlos, con una voz grave-.

Salió del coche, manteniendo las distancias entre el policía y él, y abrió el maletero. Por supuesto, estaba vacío de cualquier contenido que esperase. Había dos butacas de la playa y una sombrilla.
El agente afirmó con la cabeza y echó otro vistazo al coche.

-¿Busca algo en concreto, agente? Podría ayudarlo.

El hombre miró a Carlos, estudiándolo, y luego negó con la cabeza.

-No, pueden largarse.

Carlos se montó en el coche y, actuando lo más natural que pudo, se despidió del agente y aceleró.
Marta casi gritó de alegría al darse cuenta que no lo seguían.

-¡Lo hemos conseguido! -gritó-.

-Parece que no conoces a la O.A.S. Este es solo el primer obstáculo que nos vamos a encontrar.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora