Capitulo 44

264 24 15
                                    

Benjamín se colocó el auricular del NIM y puso el aparato cogido a su cinturón. Se aseguró de llevar todo en su lugar correspondiente y miró a Camila, esperando que ella también estuviera lista.

–Vamos –le confirmó ella.

Eran las dos de la madrugada y acababan de decirle que ya tenían el edificio controlado y debían entrar.
Camila abrió la ventana y vio dos finas líneas que iban hacia la gran fachada del edificio de enfrente. De pronto, otra más. Eran las cuerdas que habían ido lanzando los miembros de alguno de los dos bandos.

–Benjamín, Camila –los llamó Marcos a ambos por sus distintos NIM–, ya hemos abierto una ventana para ustedes. Es la cuarta, empezando por la derecha, de la sexta planta.

–Tendremos que subir, entonces –le dijo Benjamín.

Con gran sigilo, salieron de la habitación. Asegurándose de que nadie los veía y de que el hostal no tenía ninguna cámara, subieron a la azotea.

–Seguimos estando más bajos –informó Camila al cuartel.

–Cami –la llamó Benja–. He encontrado la solución.

El edificio continuo al hostal era casi igual de alto que el cuartel que tenían en frente. Al menos, alcanzarían una altura mayor a la sexta planta.

Con cuidado, ambos anduvieron por un resquicio de un balcón y seguidamente alcanzaron las escaleras de emergencia. Sin perder el tiempo subieron hasta la octava planta. Una vez allí, Benjamín apuntó justamente al lado de la ventana que Marcos les había indicado y disparó. La cuerda salió disparada a gran velocidad, sin hacer ruido alguno, y se enganchó en el lugar indicado. Amarraron el otro extremo a la barandilla de la escalera y se aseguraron de que estuviera tensa y bien sujeta.

-Yo primera –le dijo Camila, sacando a la vista un mosquetón que tenía cogido a su traje, a la altura del estómago.

Benjamín la intentó ayudar, pero ella tenía gran destreza y no le permitió acercarse.

-Ten cuidado –le pidió Benjamín, a lo que ella respondió enarcando una ceja, con una sonrisa burlona.

-Chicos –los llamó Marcos por el NIM-. En el pasillo que entraréis hay un guardia de seguridad.

-Esperad en la ventana –intervino Felipe- y cuando os demos la orden, entrad. Lo encontrareis de espalda, a vuestra derecha. Que no os vea –ordenó.

-Vale –dijeron al unísono los dos.

Camila puso otro mosquetón más que le permitiría controlar la velocidad de bajada por la cuerda. Miró a Benjamín y le asintió. Él le correspondió el gesto y ella se dejó caer. Sus pies quedaron suspendidos a ocho pisos de altura, donde la oscuridad era casi total. Con cuidado, empezó a descender.

Cuando Benjamín vio que los pies de Camila llegaron al gran resquicio de la ventana, pudo soltar el aire que contenía en los pulmones.

No estaba acostumbrado a verla en plena acción y en vez de dejarle ayudarla, lo asombrada segundo a segundo.

Benjamín se enganchó con rapidez a la cuerda y empezó a descender poco a poco. Pero algo lo estaba frenando más de la cuenta. Era uno de los mosquetones.

-¿Qué pasa? –le preguntó alarmada Camila cuando vio que se paró.

-He puesto mal uno de los mosquetones. La cuerda no ha entrado del todo y se ha quedado enganchada en el cierre.

-¡Pero serás imbécil! –le regañó ella, histérica por el riesgo que acababa de correr Benjamín-. ¿Quieres caerte? Pon bien el mosquetón si no quieres terminar aplastado en la avenida. Y ten cuidado, por favor.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora