El cuarto estaba muy oscuro. Solo se escuchaba el ruido de un goteo. Entonces, reparó en que los ojos le pesaban. Los abrió lentamente y vio una sala levemente iluminada. No, no era una sala. Era un garaje.
-¿Dormiste bien, Leo? -escuchó a sus espaldas-.
Benjamín lo miró con arrogancia. Odiaba esa clase de situación, pero desde pequeño lo habían criado para eso. “¡Valla mierda de vida!” pensó. Luego decidió que no debía de retirarse de su objetivo. Centró su vista de nuevo en el morocho.
-¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?
-Aquí las preguntas las hago yo.
-Yo no he hecho nada.
-¡Calla! -le ordenó Benjamín, luego, prosiguió-. ¿Te suena el nombre Francisco González?
-¿González? -preguntó el moreno, que se puso pálido-.
-Parece que sí.
El grandullón, que estaba atado a una silla, bajó la cabeza y miró al suelo. Sabía a lo que se exponía cuando cogió aquella cantidad de dinero, pero no iba a perder su orgullo.
-¿Dónde metiste el dinero, “Leo”? -preguntó con retintín en el nombre-. ¿No hablas? -esperó-. ¿Sabes que se te voy a hacer para que hables, no?
El moreno no se movió. Benjamín esperó que reaccionara, pero no lo hizo. Suspiró y, acto seguido, le dio un puñetazo tan fuerte en la cara que hizo que perdiera el equilibrio y la silla callera al suelo de lado.
-¿No hablas? -volvió a insistir-. Una lástima, la verdad.
Le propinó una patada en el estómago que hizo que se le saltaran las lágrimas del dolor. No quería hablar, así que le tocaba a él conseguir que lo hiciera.
Pasaron las horas y Camila esperaba impacientemente. Había colocado una minúscula cámara cerca de la habitación del estúpido ese, teniendo en la pantalla de su portátil una buena plana de la puerta 157.
El avión de Juan Carlos aterrizó por fin en Italia y puso rumbo al hotel. No tenía tiempo que perder. Había pasado muchas horas arriba del avión. Era de noche cuando pisó otra vez suelo firme. No tardó mucho en llegar al hotel y se fue a la habitación, sin preguntar siquiera en recepción. Sabía muy bien que número era la habitación de su hijo. Solo esperaba que no fuese tarde o que Micaela hubiera podido contactar con él. No podía perderlo a él. No quería pasar otra vez por lo que pasó cuando Rosalía, su mujer, murió.
Camila se estaba quedando dormida. De pronto abrió los ojos y vio en la pantalla a un hombre entrando en la habitación. Miró al techo de la habitación y suspiró.
-Gracias -lanzó al más allá-.
Se levantó. Ya se había preparado antes, así que cogió la tarjeta de la habitación, la suardó y salió. Estaban en distintas plantas, por lo que bajó rápidamente las escaleras y llamó a la puerta de la habitación 157.
Juan Carlos buscaba entre las pertenencias de su hijo cualquien indicio, cuando llamaron. Se acercó cauteloso a la puerta y abrió, preparandose para defenderse de cualquien ataque. Pero solo encontró a una chica rubia, bajita y delgada. La cara de la chica le sonaba.
-Perdona, señor. Venía a cambiar las toallas.
Juan Carlos reparó en el uniforme blanco que llevaba puesto. ¿A esta hora cambiaban las toallas? Ahora comprendía porque Benjamín había querido forzosamente ese hotel. Era de locos. También comprendió por qué le sonaba su cara, puesto que antes había visto a unas limpiadoras saliendo de una sala. Tal vez ella estaba en el grupo.
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• El plan imperfecto || Benjamila •
FanficBenjamín es agente secreto y jefe de la O.A.S. que es una organización que fue entregada a él, a causa de la inesperada muerte de su padre, que fue planeada por un miembro de la A.N.E. Camila es una chica que desde su corta edad ha sufrido mucho, má...