Capitulo 22

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La pregunta era muy clara “¿Quieres casarte conmigo”. Aún así, Camila le daba vueltas. ¿De verdad Benjamín le estaba pidiendo matrimonio? No creía posible que por fin pudiera formar una familia de verdad. Una familia, con relación de marido y mujer, de padres e hijos. Ni de tíos y sobrina. Una familia de verdad.

-¿Y? -le preguntó Benja-.

-Pues claro que sí -le sonrió emocionada-. Yo también te amo con todas mis ganas y quiero estar contigo siempre.

Benjamín le cogió la mano y, acompañándolo de una caricia, le puso el anillo más bonito que Camila había visto en su vida. Ella no pudo resistir más la emoción y lo abrazó lo más fuerte que pudo. Benjamín se rió, eufórico por la aceptación de ella, la cogió en peso y la besó.

Sebastián miró a Jorge y este se encogió de hombros. Hallá Benjamín.

Estaba amaneciendo cuando Carlos encontró una carretera asfaltada. Por supuesto, no había indicaciones de hacia dónde debía ir. Derecha o izquierda. Cogió un chino que había en la arena y lo tiró mirando perpendicularmente la carretera. Se acercó a dónde había caído. Había caído un poco a la derecha, así que le dio un patada y empezó a andar hacia esa dirección.

No tardó mucho en escuchar un coche. Se giró y vio una furgoneta roja acercarse. Estaba salvado. Empezó a gritar y saltar, colocándose enfrente de la furgoneta. Pero enseguida reconoció ese cabello largo y rubio y esos ojos celestes.

Volvió a reanudar el paso y Marta se puso al lado suya. Carlos no se molestó en mirarla.

-Si pretendes llegar a algún pueblo por aquí la llevas clara -Carlos no le contestó-. Si te das la vuelta, llegarás al próximo pueblo al anochecer -pero él seguía andando hacia delante-. Está bien, iremos por aquí.

Marta subió el volumen de la música y luego sacó el brazo izquierdo por la ventanilla. Si Carlos era un cabezón, más sería ella.

Camila se rió cuando Benjamín la cogió en brazos antes de entrar en la casa.

-Se supone que esto se hace cuando una pareja se casa, no cuando se pide matrimonio.

-Me da igual. Todo es una buena excusa para cogerte.

Camila sonrió y bostezó. Eran las ocho menos diez. Al final habían durado más tiempo en la boda porque Sebastián se había llevado a Benjamín para hablar.

Benjamín llevó a su novia hasta la habitación y la recostó sobre la cama. Camila le acarició la cara y volvió a besarlo.

Entre beso y beso se desprendieron de todas sus prendas e hicieron el amor hasta que sus cuerpos no resistieron más el agotamiento.

Sería un tonto si no se daba cuenta que algo pasaba. Felipe volvió a pasarse las manos por la cara. ¿Por qué Jaime no cogía el teléfono? ¿Por qué no lo llamaba? Antes no lo cogía, ahora directamente le salía apagado. Dejó el móvil y bebió un poco más de café. Miró su reloj.

-¿No lo coge? -preguntó Luisana, que entraba a la cocina-.

-¿Qué haces despierta, cariño? -levantándose para abrazarla y darle un beso-. Te acostaste muy tarde por el bebé.

-No te preocupes -sonriéndole-.

Felipe la volvió a besar y le ofreció café, mientras le contaba que el móvil de Jaime estaba apagado.

-¿Y el chip? -preguntó Luisana-. Con todo lo del parto ni me acordé de él.

-Llamé a Diego cuando Jaime dejó de cogerme el móvil y me dijo que el ordenador no lo detecta.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora