Capitulo 52

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Su sonrisa desapareció de su rostro cuando me miró. Sé que voy tambaleándome, sé que he bebido y estoy borracho. No puedo evitar zigzaguear por el pasillo.

Sonrío.

Ella, con el corazón encogido me pregunta por qué he bebido y yo cojo lo que queda intacto en ella y lo destrozo. No puedo evitarlo. No manejo la situación. Intento evitarlo, intento no decirle que ella mató a mi padre, pero no puedo. No soy yo el que habla.

Ella, delicada y hermosa con el vestido de novia, me mira a través de sus ojos vidriosos. La he matado en vida. Intento callarme, pero mi boca no responde. Intento pegarme, pero mis manos permanecen quietas.

Cada segundo que paso ahí, delante de ella, sirve para arrebatarle un poco más de vida y, con ella, me voy quitando un poco de la mía.

Grito de impotencia. No puedo hacer nada.

Reparo en el punto rojo que hay sobre su corazón, preparado para quitarle la vida de forma literal. Me grito a mí mismo, incapaz de creer que le haría daño, pero mi yo borracho y dueño de la situación no parece querer echarme cuenta.

Le grito a Camila que corra, que no me mire más así, con la mirada destrozada. Su dolor me invade y siento ganas de morirme. No quiero vivir más.
Entonces, lo poco que quedaba en ella termina por romperse cuando por mis labios sale la burlona confesión de que yo maté a Jaime. No, no, no, no. Le grito que yo intenté ayudarlo, que puse todo lo que pude de mi parte para que viviera, pero ella no parece escucharme.

Observo como su cuerpo tiembla y ella empieza a gemir del dolor que le he provocado. Lloro y grito, pero ella no se percata de ello. Quiero abrazarle, contarle la verdad, borrar de su cara esa expresión de pánico. Todo es mi culpa.

Intento alargar la mano pero cualquier intento es en vano. Soy un mero espectador.

Y ella huye. Sale de la Iglesia.

Me deja solo, con los pedazos de su corazón entre mis manos...

+++

El grito que emitió al despertarse tuvo que despertar a cada uno de los pueblerinos.

Benjamín se sentó en su cama, con todo el cuerpo sudoroso y las lágrimas brotándole por los ojos. Se abrazó a sus rodillas, haciéndose un ovillo.
No fue consciente de que se estaba meciendo a sí mismo hasta que el ataque de pánico fue reprimiéndose. Seguía temblando cuando decidió levantarse de la cama.

Se pasó las manos por el pelo, el cual estaba chorreando como si acabara de salir de la ducha. Eso es lo que necesitaba: una ducha.

¿Por qué, después de dos meses sin la maldita pesadilla, esta volvía a atormentarlo?

No podemos escapar del pasado, le murmuraba Camila muchas veces, antes de aquel nefasto día. Ella tenía pesadillas de aquel día, con seis años, cuando perdió a sus padres. Él la tenía de cuando la perdió a ella.

El agua fría funcionó para evitar los temblores de su cuerpo, pero su mente estaba exhausta. Eran solo las cinco de la mañana cuando salió del cuarto de baño, pero no pensaba volver a echarse a dormir.

+++

Con los primeros rayos de sol que le llegaban desde su ventana, Camila abrió los ojos. Miró su reloj, aún faltaban algunos minutos para que su reloj sonara.
Era sábado y ese día le tocaba a ella trabajar.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora