Capitulo 33

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El destino jugaba muy malas pasadas, de eso no había duda.

Ambos bandos luchaban por llevarse de una forma respetable, aunque el ambiente tenso parecía que nunca desaparecería. Por regla general, todo el mundo parecía haber adoptado una postura defensiva y arisca. Nadie hablaba con nadie en las comidas o en el gimnasio. En la sala de ordenador se cruzaban las mínimas palabras. Los investigadores eran diferentes, debían hablar entre ellos, fueran del bando que fueran, aunque las palabras eran escasas y superficiales.

Los que menos se podían esquivar eran el equipo superior: los jefes. Cuando llegó el momento de la primera reunión, que fue esa misma tarde, Camila estaba que se subía por las paredes. No quería estar encerrada en una habitación para hablar con Benjamín y Jorge. No quería y, lo peor, no podía. No se sentía lo suficientemente capacitada para llevar a cabo esa tarea.

Camila rezó para que Felipe al menos tuviera dos dedos de frente y pusiera a Benjamín en el despacho más alejado. Se alegró al comprobar antes de la reunión que así había sido.
Por lo que sabía, ahora Marcos estaba encerrado en la sala de ordenadores y Jorge y Benjamín en el despacho de este último hablando, supuestamente, del caso.

Escuchó que se abría una puerta y por la lejanía del ruido pudo calcular que sería la de Benjamín. Abrió un poco su puerta, puso el espejo en la posición en la que le ofrecía una buena perspectiva del pasillo y pudo ver a Jorge cerrando la puerta tras él. Cerró con sigilo de nuevo su puerta y esperó un minuto para salir entonces ella. ¿Qué por qué hacía eso? Le daba pánico encontrarse con alguno de los dos justamente cuando ella estuviera pasando por delante de su despacho.

Suspiró, sonrió y abrió la puerta dispuesta a afrontar todo.

La conversación entre Benjamín y Jorge había sido larga y emotiva. Benjamín le dio las gracias por unirse a él, a pesar del daño que podía ocasionarle el estar rodeado por aquellos que mataron a su mujer. Jorge simplemente esquivó el tema diciéndole que ellos también debían de pensar lo mismo de ellos, así que estaban en tablas.

Pero la realidad era bien distinta. Jorge esa noche había llorado a mares. La impotencia se apoderaba de él, pero siempre intentaba pensar con racionalidad. Debían acabar con todo este tema y después ya tendría la oportunidad de acabar con cada uno que pueda ser el culpable de la muerte de la persona que más había querido en este mundo.
Benjamín no era tonto y sabía cómo pensaba su amigo, pero sabía que su lealtad haría que aguardara a que esa misión acabara antes de cometer una locura. Tal vez por eso admiraba a su amigo, porque él había sido capaz de dejar lo que más deseaba en ese momento. Él, en cambio, se había pasado toda la noche sin dormir pensando en la mujer que aún, después de tres años, lo seguía teniendo hechizado.

La buscó por los pasillos sin que Jorge se percatara, pero no se la encontró. Lo más seguro, pensó, es que Camila lo estuviera esquivando.

Pero ¿y si no lo estaba evitando? ¿Y si simplemente no se habían encontrado? ¿Significaba eso que Camila ya no sufría al verlo, que lo había dejado de querer? ¿Podía ella haberse recuperado?

Se removió inquieto en la silla mientras esperaba a que llegaran Felipe, Carlos o Camila. El primero en llegar fue Carlos, que traía un buen taco de folio entre sus brazos. Saludo con un simple movimiento de cabeza y se puso a dividir los folios en cinco montones.

Luego entró Felipe que enseguida miró a todos y se percató de que Camila no había llegado como él ya imaginaba.

Camila, en cambio, en vez de dirigirse directamente al despacho, se había ido a buscar a Luisana al pequeño patio que había en el cuartel. Los toldos cubrían la vista de cualquier curioso, por lo que era imposible saber cuándo había gente afuera o quien era.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora