Capitulo 16

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La vuelta a casa fue nuevamente con los ojos vendados. Habían pasado todo el día en la playa, jugando con la arena o simplemente acostados sobre ella. Eran las siete de la tarde y la fiesta empezaría a las ocho.

Cuando Camila notó como el coche frenaba y no volvía a acelerar, preguntó nuevamente si habían llegado. Benja no le respondió y se bajó. Abrió la puerta del copiloto y cogió la mano que tenía libre ella. En la otra llevaba el ramo de rosas azules.

-Ahora, quiero que te dejes guiar por mí totalmente.

Ella afirmó y escuchó como Benja cerraba el coche. Estar a oscura no era lo que más le gustaba. Aun así, estaba ansiosa por saber que era lo que Benjamín había preparado. Sí, sabía que le había montado una fiesta “sorpresa”, aunque ella lo supiera. Pero sí que había seguido siendo una sorpresa el decorado y todo lo relacionado con el montaje. ¿Sería una fiesta de máscaras dónde lo único que se comía era caviar y se bebía champán del caro? ¿O sería una fiesta de las personas más allegadas dónde se haría un par de filetes? Por el bien de Benjamín y el suyo propio, que fuera lo segundo.

La cancela se abrió y dejó que Benja con un leve empujón en la espalda le indicara el camino. Estaban en el jardín y no se escuchaba ni un pajarito. ¿Aún no habían llegado los invitados? Tal vez, pensó, no había sido muy buena idea dejar que Benjamín se encargara de todo. Lo habría hecho con la mejor intención, pero ella no se solía fiar de nadie en ese tipo de temas. ¿Por qué sí confió en Benjamín?

-Vamos para dentro -escuchó decir a Benja-.

Ella se dejó guiar por la mano de él, que seguía colocada en su espalda. La puerta se cerró tras ellos y Camila hizo el intento de quitarse el maldito trapo de los ojos, pero Benjamín no la dejó.

-Espera, aún no.

Camila suspiró y dejó que Benjamín la guiara hasta el dormitorio de matrimonio. Comprobó que subir las escaleras con los ojos vendados tampoco era difícil. Era un movimiento mecánico y sabía que no se encontraría nada por el camino. Eso por las escaleras, porque cuando llegó arriba se dio un golpe en la espinilla sabrá Dios con qué.

Benjamín cerró la puerta del dormitorio y se acercó a ella. Lentamente destapó sus ojos y dejó que volviera a mirar para todos lados. Ya se había encargado él de cerrar las cortinas que daban al jardín.

-En el armario está el disfraz que trajiste.

-¿Lo miraste?

-Te prometí que no lo haría.

-Gracias.

-Tú a cambio no puedes mirar por la ventana.

Camila arqueó la ceja. ¿No creería de verdad que ella teniendo la oportunidad de mirar no miraría, no?

-Yo cumplí mi parte -le advirtió Benja-, ahora te toca a ti.

-Está bien. Me contendré.

Benjamín le echó la última mirada asesina y salió de la habitación.

Ya había tomado precauciones por si Camila decidía faltar a su palabra. Había colocado una sábana en la reja, de tal forma que no le permitía mirar más allá de esta.

El debate interno de Camila la estaba carcomiendo. ¿Debía o no mirar? Estaba deseosa por hacerlo, pero suspiró. Benja no había fallado a su palabra. Ella le había dado una puntada con un hilo igual que la cremallera, de forma que se rompiera cuando se intentara abrir la cremallera. Pero el hilo seguía intacto. Ella no podía fallar a su palabra. Además, dentro de pocos minutos vería todo el jardín, ¿no?

Benjamín llegó al baño y cogió su disfraz. Confiaba en que Camila se rindiera si veía la sábana, pero no dudaría de que se lo echaría en cara.

Como habían decidido, se vestirían de piratas. Cada uno se había encargado de comprar su propio disfraz, por lo que no sabía como sería el de Cami.
El traje estaba compuesto por unos pantalones negro gastados y roto el partes concretas. Una camisa blanca rota igualmente, manchada y con algunos botones descocidos. Se pido al rededor de la cintura una tira roja, se colocó las botas y cogió la espada para colocarla en su cintura. Ahora tocaba lo peor: el maquillaje. Cogió unos polvos negros que Micaela le había comprado y los juntó por parte de su cara, hasta conseguir un aspecto sucio. Decidió no peinarse, es más, se alborotó más el pelo. Se puso encima de la camisa una chaqueta negra sin mangas, bastante gastada y colocó el sombrero sobre su cabeza. Aún no se pondría el parche en el ojo, así que lo cogió en la mano y se fue en busca de Camila.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora