Capitulo 6

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Benjamín se acercó a la nevera y empezó a sacar comida. Camila se acercó a él.

-¿Has preparado tú toda esta comida? -extrañada-.

-No, le dije a mi amigo si podía reponer la comida. La habrán puesto antes de llegar nosotros.

Camila asintió y lo ayudó a llevar las fiambreras a la mesa. Benjamín cogió unos platos.

-No hace falta que los manchemos. Podemos comer en las fiambreras. Si a ti no te importa, claro.

-Por mi perfecto -dejando de nuevo los platos en su sitio-.

-Te conoces muy bien el barco -le dijo ella al verlo abrir otro mueble y coger dos copas-.

-Sí, paso mucho tiempo con mi amigo.

-¿Cómo se llama?

-Jorge -fue el primer nombre que se le vino a la cabeza-.

-¿Jorge? -se quedó pensando-. ¿Lo nombraste ayer?

-Pues no sé.

-Vivía contigo.

-Sí -sonrió al recordar que le había contado que compartía piso con él. Tal vez, se había pasado contándole tantas cosas-, ese mismo.

-Tiene que ser majo -se rió Camila-.

-Cuando quieras te lo presento -le sonrió-.

No contestó. Se iba esa misma tarde y quería pasar el poco rato que le quedaba con él.

-¿Qué quieres para beber? -le preguntó ella abriendo la nevera-.

-Cerveza.

Asintió y se agachó para coger dos. Las cervezas estaban en la balda de abajo del todo porque era donde más frío conservaba el frigorífico. Benjamín volvió a su lado y lo primero que se encontró fue el trasero de Camila. Se quedó en blanco. Se había fijado ya en él, pero tampoco lo había visto a la perfección. Era el mejor que había visto. Sacudió la cabeza y se dio la vuelta. No podía pensar eso de ella. Se mordió el labio inferior y, cuando escuchó cerrarse la puerta del frigorífico, se volvió. Camila le mostró las dos cervezas en la mano. No pudo hacer otra cosa que fingir una sonrisa. Joder, tenía un buen culo, pero eso tampoco podía sacarlo de sus planes, sería un idiota si lo hiciera, ¿no?

-¿Falta algo más? -preguntó Camila acomodándose en el sofá-. ¡Valla! Es genial este sofá.

-Son muy cómodos -recordando más de una aventura-.

Benjamín se sentó al lado de ella y empezaron a destapar la comida. La fiambrera más grande era ensalada de pasta. Había otros que tenían queso cortado, chacina y otras cosas más. Abrieron una bolsa de picos.

Carlos entró en el despacho del señor Rojas. Jamás había ido siquiera a esa planta, pero aún así sabía como se distribuía el edificio. Tenía tres pisos: en la inferior había una serie de despachos que pertenecían a los abogados que habían contratado el señor Rojas para hacer pasar el edificio por un bufete de abogados. En la primera planta estaba todo lo necesario para los espías normales, dormitorios, aunque la mayoría no dormía allí, y cuatro salas, donde cada grupo tenía asignado una y tenían todo el material necesario para el caso que llevaran. En la planta de arriba estaban los despachos, incluido el del señor Rojas, la sala de armas, la de almacenamiento de datos y dos salas de reuniones gigantescas.

-Carlos, ¿qué haces aquí? -le preguntó Jorge, que no estaba haciendo nada en concreto-.

-Te he traído lo que me pediste de Vicente Blanco.

-Gracias -extendiendo la mano y cogiéndolo para ponerse ya mismo a leerlo-. ¿Algo más?

-Sí, quería preguntarte que más hacemos -Carlos miraba todo el despacho, en busca del nombre del señor Rojas, si era así como se apellidaba realmente-.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora