Capitulo 34

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El día siguiente fue bastante aburrido para Camila. Lourdes, la encargada del hospital, le había dicho que no moviera la mano y lamentablemente era la derecha, por lo que no podía hacer nada. Había pasado la noche en el hospital pero por la mañana se largó de allí y se fue a su despacho. Se había pasado todo el día leyendo los documentos, haciendo búsquedas por internet y buscando entre carpetas de casos cerrados.

Benjamín cerró la carpeta mientras suspiraba. Por más que intentara concentrarse, todavía no sabía nada de Camila. Seguramente no fuera nada, pero no tuvo tiempo de revisarle el corte. Tal vez no era tan profundo como él creía. ¿La dejarían en el cuartel si de verdad necesitaba un médico?

No menospreciaba la profesionalidad de la gente de Felipe, pues ellos mismos lo habían sacado a él de una muerte casi segura, pero tampoco sabía cómo podía actuar Felipe en un caso extremo.

Un pequeño timbre volvió a sonar por los altavoces que estaban repartidos por todo el cuartel. Benjamín en menos de un segundo se tensó y se relajó al comprender el mensaje: la comida ya estaba lista. Cuando Felipe le comentó sobre ello pensó que era una estupidez pero ahora empezaba a verle la lógica. Es decir, a todos les gusta llenarse el estómago con la comida caliente.

Camila salió del despacho y cerró la puerta con la mano izquierda. Distraída, miró la hora mientras planificaba el resto del día. Una puerta se abrió a unos cinco metros de ella y ella no prestó atención a quien era el dueño de ese despacho. Como una jarra de agua fría, vio como Benjamín salía del despacho y la miró sorprendido. El corazón se les paró a ambos.

Benjamín miró rápidamente su mano vendada, buscando alguna señal de la gravedad del corte. Por suerte, no parecía grave, pensó mientras suspiraba.

Camila, empezando a sentir como le entraba un ataque de ansiedad, abrió la puerta del despacho que tenía a su izquierda y entró. Por suerte, era el de Felipe.

-Camila -le dijo él sorprendido-. ¿No estabas durmiendo?

-No. Cuando salí del hospital me fui al despacho a seguir revisando los documentos.

Felipe puso los ojos en blanco y suspiró.

-Seré tonto -se dijo-. ¿Camila haciendo lo que debe hacer?

-No estoy enferma -se defendió ella mientras se sentaba en frente de su primo-. Y he dormido muy bien esta noche, no aguantaba más en la cama.

-Mañana tendremos la siguiente reunión -le informó-. ¿Te parece bien?

-No me queda otra -le sonrió forzadamente-.

-Está bien. ¿Vamos a cenar?

Camila asintió mientras Felipe apagaba el ordenador.

Afortunadamente, Benjamín no estaba afuera, por lo que Camila pudo respirar tranquilamente. Fueron al pequeño patio a buscar a Luisana y a Carlitos.

-¿Qué pasó con Eduardo? -le preguntó de improvisto-.

-Lo encerramos en la habitación del hospital.

-¿Y qué vas a hacer con él?

-Fui bastante claro con las órdenes que di.

-Feli, yo…

-Tú nada -la interrumpió-. Si vas a defenderlo que sepas que ya sé que es lo que pasó. Dije que no quería ninguna pelea e igualmente amenazó a un miembro de la O.A.S. con un cuchillo. Si no actúo, toda la tensión que hay se convertirá en una guerra.

Camila bajó la cabeza, dispuesta a pensar alguna respuesta alternativa.

Felipe abrió la puerta del patio y su hijo se tiró en sus brazos. Luisana se acercó y le dio un beso.
Los cuatro se fueron a cenar.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora