Capitulo 31

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Fueron muchas las explicaciones, pero Camila no comprendió ni una vez por qué era buena idea tener a Rojas tan cerca. Felipe le contó como salvó a Luisana y a Carlitos repetidas veces y todos los golpes que recibió a cambio, pero Camila no quería escuchar. Tenía el corazón encogido y estaba sufriendo un ataque de pánico.

-Basta, Felipe -le cortó Carlos mientras se levantaba-. ¿No ves como está? Déjala.

Carlos se acercó a Camila y la ayudó a levantarse de la silla, para llevarla a su habitación.

-No me voy de aquí hasta saber dónde está metido -dijo Camila-. Si le habéis enseñado las imágenes, es porque está aquí, ¿no? Pero en las celdas no está, estuve allí antes.

-Está en el hospital -le respondió Carlos-. Vamos a tu cuarto y te cuento lo que tú quieras.

Los dos se fueron, dejando al resto desconcertado. Camila iba intentando convencer a Carlos de que Felipe se equivocaba, que no era bueno tener a ese hombre entre sus paredes. Rojas era capaz de cualquier cosa y ella lo sabía mejor que nadie.
Carlos dejó que se desahogara durante el camino y cuando llegaron al cuarto, se acostó con ella para que siguiera con su desahogo. Y aunque él creía que lo mejor para ella es que se durmiera, no lo hizo, porque no tenía sueño. Cuando parecía que estaba más tranquila, otro ataque afloraba. Así que se quedaron el resto de la tarde los dos acostados, mientras ella se tranquilizaba.

-Tienes que ser fuerte, Camila. Tú puedes con todo esto.

-No puedo, Carlos.

-Sí puedes.

-Me siento culpable por la muerte de Jaime -rompió a llorar, cambiando de tema-.

-No digas eso, tu no eres la culpable.

-Sí lo soy. La última vez que vi a Jaime, él me dijo que me quería y yo lo rechacé. Se enfadó y se largó al día siguiente para no verme. Yo le conté a Benjamín lo que me había pasado y supongo que él lo mató por ello.

-Yo estuve con Jaime antes de que muriera -suspiró-. Tú no lo sabes porque enseguida te largaste, pero él murió en mis brazos. Cuando vino, estaba lleno de quemaduras y heridas y Rojas me suministró pomadas y medicinas para que lo ayudara. También llevó a un médico, para intentar salvarlo -ella lo miraba asombrada, pero finalmente negó-. Jaime murió por culpa de la O.A.S., no hay duda. Ellos pusieron esas bombas. Pero al menos puedes buscar consuelo en que no murió sin recibir ayuda.

El dolor en la voz y los ojos de Carlos todavía era palpable. Ella se acurrucó un poco más e intentó pensar en que al menos Jaime estuvo acompañado por un buen amigo cuando murió.

Ella también estaba acompañada por ese buen amigo, pero no se estaba muriendo, aunque lo deseara.

Marcos llamó a la puerta de Jorge y entró cuando la puerta se abrió. Ambos amigos se miraron, sin saber como actuar. Del grupo que tenían ellos cinco, Jorge y Marcos eran los que menos relación tenían. Cuando eran más jóvenes, Marcos prefería los ordenador y Jorge las tías y esa diferencia fue la causante de miles de enfrentamientos.

Aunque siempre estaba el bromista de Sebastián para suavizar la situación, el sociable de Benjamín para aclarar las cosas o el gruñón de Iván para soltar las cosas a la cara. Ahora estaban ellos dos solos, con Sebastián e Iván muertos y con Benjamín desaparecido. Ya sabían lo del incendio en el cuartel, por lo que existía la posibilidad que más que desaparecido, estuviera achicharrado.

-¿Quieres tomar algo?

-No, gracias -le contestó Marcos cortésmente-.

-¿Averiguaste algo más?

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora