Capitulo 26

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Felipe y Camila decidieron que el día siguiente sería el momento adecuado para ir a aquella agencia de viajes. Un día antes de la boda de Camila y Benjamín, porque después ella se iría de viaje de luna de miel, así que no podían retrasarlo tanto.

-¿Todo el día? -le reprochó Benjamín-. Quería pasarlo contigo. Avisé que no iría a trabajar.

-Luisana necesita que esté todo listo y tiene que tener mi consentimiento.

-Que vaya Felipe -ignorando la última parte de la frase-.

-Tiene que ir a recoger a mi tía -mintió-. Llega hoy.

Benjamín cogió el mando de la televisión y se puso a cambiar de canales, dando la conversación como finalizada. Camila sonrió y se acercó, cogiendo la cara de él entre sus manos.

-Benja, cariño, quiero que el día de mañana salga perfecto y aún no está todo terminado. Además, estás un poco nervioso, ¿no? -volvió a sonreír y le dio un beso-. Tranquilo, que no me voy a perder -se burló-. Te prometo que mañana nos vamos a casar.

Benjamín no pudo aguantar mucho más la risa, así que la cogió, la sentó sobre su regazo y la besó.

-No te vayas -le suplicó-. Que se encargue Lu. Yo confío en ella.

-Por favor, Benja.

Si hay algo que odiaba Camila, era mentirle. Y encima tenía que insistirle con la mentira. Se dieron un último beso y Camila se fue hacia arriba a cambiarse, mientras Benja buscaba algo interesante en la televisión.

Ella subió hasta el dormitorio y cogió cualquier prenda, total, cuando llegara se tendría que cambiar. La dejó sobre el espaldar de la silla que había en el tocador y vio algo que el día anterior no había estado ahí: una caja. La cogió y observó sus dibujos grabados en oro viejo, sobre el fondo oscuro de la madera. Buscó como abrirla, pero, en vez de una cerradura, solo encontró signos extraños y algunas estrellas. Esas estrellas eran como...

Se llevó la mano a su colgante, el que venía en la caja de sus padre y, soltando la caja, se lo desabrochó.

Su estrella encajaba perfectamente sobre una de las estrellas del dibujo. Los mismos relieves, el mismo tamaño. ¿Cómo podía ser? ¿Benjamín lo había hecho a propósito? ¿Era un regalo para ella? ¿O qué era entonces?

Presionó su estrella en la caja y entró perfectamente. Probó a ver si giraba para algún lado y, efectivamente, giró. Su estrella era una llave. La caja se abrió y lo único que pudo ver son muchas hojas, muchos documentos, porque en ese preciso momento, la puerta se abrió.

Camila cerró la caja lo más rápido que pudo, con la esperanza de que Benjamín no la hubiera visto, pero era tarde. Benjamín había girado la cabeza, consternado. ¿Cómo había abierto Camila la caja? Esa caja estaba en la O.A.S. desde siempre. ¿Como alguien de la A.N.E. sabía como abrirla y él no?

-¿Aun no te vestiste? -le preguntó él, intentando parecer lo más tranquilo posible-.

-En eso estaba -volviendo a colocarse un estrella-.

Y Benjamín entonces lo comprendió. La estrella de Camila era idéntica a las que estaban grabadas sobre la caja. ¿Esa era la llave? ¿Qué pensará ahora Camila? ¿Qué es lo que ella conoce de esa caja? Con el corazón acelerado, se acercó a ella. Necesitaba comprobar que ella no huiría, tenía que saber cuales eran sus sentimientos ahora.

La estrechó entre sus brazos y la besó. Ella respondió igual que siempre, pero Benjamín tenía miedo, no la quería dejar marchar. Si dependiera solamente de él, ahora mismo la esposaba a él y no dejaría que ella fuera sola a ningún sitio.
Le levantó el camisón y enseguida las manos de ella respondieron a sus caricias.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora