Capitulo 30

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Su refugio se quedaba atrás. Era alucinante como un puñado de plantas podían protegerla psicológicamente. Camila se volvió a repetir que, aunque buscara entre la multitud, no lo encontraría.
Habían hecho el camino de vuelta en menos de una semana y ahora cargaban la mercancía en los camiones que los esperaban. Joaquín daba órdenes a diestro y siniestro para reducir aún más el tiempo de llegada a la cuidad. Ella, por lo contrario, prefería quedarse allí cargando de por vida. Pero no podía, tenía muchas cosas que recuperar, empezando por su vida. También tenía que recuperar los tres primeros años de la vida de su sobrino. Vale, ella sabía que no era su sobrino, pero si sentía a Felipe como un hermano, a ese niño lo sentía como su sobrino. Y ya se había perdido mucho tiempo de su vida por ser egoísta. Jamás se perdonaría por ser débil y dejar que arruinaran su vida de la peor manera. Ella debería de haber hecho frente a aquella situación, haberla previsto. ¿Pero cómo?

Tocó su colgante y supo que ahí tuvo una pista.

¿Por qué su colgante abría una caja que tenía el que la lastimó?

Eso también tenía que solucionarlo: cuando se refería a la persona con la que estuvo a punto de casarse, no podía pronunciar su nombre. Ni pensarlo quería, porque la lastimaba de una forma insufrible y se prometió el día siguiente de su casi boda, que no lloraría más por él. Por ahora lo había cumplido, pero estaba aislada en la selva. Cuando volviera y empezara a recorrer sola las calles que recorrió con él sería otra cosa. O cuando se lo encontrara... Camila tragó saliva. Si se lo encontraba, tendría que matarlo antes de que él la matara a ella.

Sabía que no debería haber vuelto, pero Benjamín sabía que no podría tener la casa abandonada durante mucho tiempo más, sin siquiera sacar algunas cosas importante. Antes de irse el día antes de la boda, cogió todo lo que creyó de gran importancia y el resto lo dejó allí, pensando que volvería. Pero no lo hizo porque toda la A.N.E. conocía el lugar. Pero ahora, después de tres años, había decidido regresar.

Como si de un ladrón se tratara, entró por detrás, escondiéndose de cualquier persona que pudiera verlo. Llevaba su pistola en la mano, por si tenía que disparar dentro, aunque lo dudaba.

Cuando entró, la oleada de recuerdos fue quien hizo el trabajo, como si cincuenta hombres lo hubieran cogido por sorpresa y lo hubieran reducido.
Aún estaban en el fregadero algunos cacharros de la última cena que iban a pasar juntos antes de la boda. Ella no había llegado hasta muy tarde, así que él había tenido que tirar la comida que había preparado para los dos.

Todo tenía una gran manta de polvo por encima, por lo que Benjamín intentó no tocar mucho las cosas. Sin prestar ya atención a la posible amenaza de que estuviera la casa vigilada, se adentró en el salón, recordando cada caricia que Camila le había dado en el sofá o como ella siempre le ganaba a los juegos de mesa cuando se sentaban en el suelo al rededor de la pequeña mesa. Como veían la televisión o, incluso, como ella lo ayudó a decorar toda la sala. Al igual que toda la casa. Todos los objetos que habían allí tenían su sello personal. Habían sido elegidos o aprobados por ella.
Cuando empezó a pensar en qué es lo que estaba haciendo, ya se encontraba girando el pomo de la habitación que había compartido con ella muchos meses.

La cama deshecha, muy propio de Camila, pensó. Frunció el ceño, se acercó al gran armario que ella tenía y lo abrió. Ella no había vuelto por sus cosas. Suspiró y empezó a abrir todos los cajones que sabía que tenían cosas de Camila. No, no había vuelto.

Pero tenía que haber vuelto. Sí, por lo menos por ella. Benjamín corrió al armario de nuevo y la vio. No, Camila no había vuelto ni siquiera por la caja que contenía cosas de sus padres.

Sintió como si un cuchillo se le clavara en el pecho. Era consciente de que ella había salido dolida de la situación, ¿pero tanto como para no soportar pisar más la casa? O tal vez pensaba que la casa estaría vigilada. Pero no, conocía a Camila y ella arriesgaba todo por lo que realmente le importaba.

• El plan imperfecto || Benjamila •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora