Capítulo 32

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Me desperté, mis ojos veían de nuevo los colores claramente, sabía que estaba en un cuerpo ajeno al mio.

-Luke, ya despertaste.-Se escuchaba aliviado, Aemond en sus años de juventud, aquel cabello tan largo de nuestros años en el palacio, lo unico que no encajaba era el parche en su ojo , estaba tan acostumbrado a ver el mar en ellos que su ausencia me incomodaba, pero el en este mundo aún era un principe, aún poseia ese gargo y galantería que lo caracterizaba , era para mi como regresar al pasado a la epoca del primer amor orgulloso, donde más nos habiamos elevado de la tierra, donde más locuras habiamos hecho.

Verlo era ver a la melancolia personalizada, amaba a mi Aemond pero casi no poseia los rastros que aún este tenia.

-Si, estoy mejor, no tengo idea de que me sucedio Aemond.-Preferí llamarlo por su nombre, no sabía exactamente que habia hecho mi yo de esta realidad.

-Tampoco lo entiendo.-Acaricio mi mano, esas manos jamás habían trabajado en su vida, eran suaves como el lino, era inevitable no compararlo con mi Aemond, me rei un poco y el me miro extrañado.-¿Qué?.-Me cuestiono y yo negue.

-Nada, me alegra estar bien.-Aemond asintio con duda.

Me levante un rato despues para encontrarlo jugando con un pequeño dragón y Vhagar.-Voy a ir al pueblo, ¿Vines?.-Asenti.

-Si, me hace falta distracción.-Caminamos al pueblo en silencio.-Deberiamos comprar un caballo.-Sugeri.

-Si, seria algo bueno, pronto tendre que trabajar en algo para poder tener piezas de oro.-Asenti.

-Lo más fructifero por aquí es la granja, los animales y cultivos son fructiferos, ademas donde vivimos tiene tierra blanda apta para nutrir buenos productos.-Eso me lo había enseñado Aemond.

-Quizas.-LLegamos al pueblo.-Es una buena idea.

El pueblo era similar al de casa, mientras caminabamos mis ojos divisarón a la fuente de mis problemás, Eryn, por sus ropas lilas de principiante me supuse que habia llegado hace poco.-¿Qué miras?.-Me sobresalto con su pregunta Aemond.

-Nada importante.-Le sonrei, el muchacho era un problema y si Aemond no lo veia esa era una ventaja.

Me dedique a ver el lugar y vi mujeres embaraazadas comprando telas y suspire.-¿Por qué yo no?.-Susurre apenado, lejos de Kai la pena era mayor, era una pena constante , Mi otro yo inconcientemnte y en base a sus sentimientos me habia dado lo que yo más deseaba, Un bebé y tenia el merito de haber conseguido que mi esposo lo quisiera.

-¿Le gusta?.-Me pregunto una chica con una tela.-Es que tengo un hijo y no se si le gustara.

-Es hermoso, no se preocupe. - Sonreí.

-Tiene hijos. - Negué, no podía decir que sí, aquí no existía Kai.

-Esos hombres llevan a la perdición. - Dijo ahora viendo a Eryn y compañía y el como se movían queriendo conquistar.

-Probablemente. - Repetí.

-Ya nos vamos. - La voz de Aemond se ganó mi atención.

Vi las cosas, traía material para construcción, sacos de semillas, herramientas y un caballo.

-Espero funcione Lucerys por que si no funciona nos quedamos sin ingresos en su totalidad. - Me burle.

-Yo te enseño a que funcione. - Si podía hacer algo bueno por mi otro yo era el asegurar su felicidad.

Durante una semana entera plantamos, arreglamos la casa, jugamos, nos besamos un poco pero había notado algo en este Aemond que quizás el mío por como fue criado no poseía, inocencia, aún tenía esa pizca de niño en su alma.

Estaba sentado en el cesped, el pequeño Dragón dormía con su cabeza en mi pierna, yo solo esperaba que Aemond terminará de montar a caballo.

Cuando puse atención al suelo descubrí una planta que hace mucho me había encargado de exterminar en mi realidad, la gente le decía semilla de Angel, tan poderosa y peligrosa al mismo tiempo, la usas en varias medicinas, pero en hechizos era difícil de manejar.

Me metí la flor a la boca, su néctar era delicioso hace años que aquel sabor no entraba a mi boca, por si sola era solo una flor con rica miel.

-¿Qué comes?. - Me dijo Aemond depronto.

-Prueba. - Se sento a mi lado y con duda se comió la flor.

- Um.. Miel. -Me Sonrió.

-Es delicioso verdad.-Asintió. - Sin embargo jamás me a gustado la flor, probablemente la quite.

El odio qué le tenía a la planta era incluso mayor al que podía tenerle a una persona.












El final de la guerra.- En edicion.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora