We don't ever have to fight

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Perdieron la noción de cuánto tiempo estuvieron en ese jardín pero se marcharon cuando el menor estuvo más tranquilo, encontrándose a Messi entre los pasillos del hotel quien probablemente iba a buscarlos al ver la tardanza del Alfa; se alertó al ver a Julián con la nariz y ojos rojizos pero la mirada que le dio Ochoa calló sus preguntas por ese momento, dejando ir al menor para que fuera por los dos Omegas y pudieran hablar ahora sí como una familia... o el intento de una.

Y no estaba siendo sencillo.

—¿Alguno de ustedes va a hablar o vamos a seguir así por días? —Pregunta Lionel a los tres jóvenes que tenía en frente, ninguno se había atrevido a hablar todavía y la paciencia de los dos mayores se agotaba. —Ya pasó lo peor para todos, solamente queremos saber cómo terminaron hasta el culo y en una puta selva.

—Tiene razón, o hablan o hablan, no tienen opción y podemos estar aquí un largo rato. —Apoyó Memo quien estaba considerablemente más tranquilo, en este caso tendría que dejar que el Omega se desahogara un poco. —Solo dígannos qué tanta chingadera tomaron como para terminar aquí.

Kevin miró de reojo a Diego y viceversa, tendrían que hablar.

—¿Me creen si les digo que solo recuerdo unas miches? —Preguntó Diego algo nervioso, el Alfa enarcó su ceja y Lionel se preguntaba qué era eso.

—¿Unas qué?

—Cerveza con salsas, limón, a veces dulces, casi siempre vienen por litro... —Explicó Guillermo. —¿Cuántas se tomaron? Chance y les creo si me dicen cuántas fueron.

—Perdí la cuenta después de la séptima. —Confesó Kevin.

—¿Alguno de ustedes vomitó cuando despertaron en esa plaza?

La situación y la conversación eran tan poco realistas y serias que ya ni siquiera el Alfa se podía molestar, Messi se mantenía escéptico con todo eso.

Julián asintió por la pregunta. —Parecía sangre.

Messi lo miró aterrorizado mientras que los mexicanos intentaron contener sus sonrisas, los otros dos los veían sin entender pero Ochoa ya había descifrado más o menos lo que sucedió.

—No era sangre, dudo mucho que se hayan agarrado a madrazos con alguien o que los hayan apuñalado, descartamos que se metieron en broncas. —Aclaró, y eso era un enorme peso menos para todos ahí.

—¿Entonces por qué lo rojo?

—Las micheladas tienen chamoy, esa madre es roja y abunda demasiado en ellas, si las vomitas ten por seguro que parecerá carnicería. —Explicó Ochoa.

—No me la creo de que solo con cerveza preparada hayan llegado hasta acá. —Intervino Lionel. —¿No recuerdan haber tomado algo más?

—Creo que un pomo... o dos. —Intentaba recordar Kevin.

—Era vodka, no recuerdo el nombre pero fueron dos. —Consiguió completar Julián.

—Eso es más que suficiente para apendejarlos, aunque no me explico cómo terminaron hasta acá y creo que estoy mejor sin saberlo. —Dijo Guillermo dando por finalizada la conversación.

—Guille... ¿vas a dejar esto así?

—Me parece que los cuatro aprendimos la lección, además de que seguirles gritando o regañándolos no nos va a servir, están bien, aún respiran, solo fue alcohol y no otras chingaderas, están vivitos y coleando.

El Omega sonrió un poco al ver que el mayor estaba más relajado con todo el asunto, miró a los cachorros con una sonrisa un poco menos tranquilizadora. —Si ustedes vuelven a perderse así y nos hacen volar hasta el otro lado del país, su padre no va a ser al único al que verán enojado ni el peor, ¿entendido?

KevinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora