I don't wanna go home yet

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Ni Lionel ni Guillermo pudieron soportar más la situación, Alfa y Omega heridos profundamente pero sobre todo confundidos por el temor de sus cachorros; todas sus vidas les habían dado a entender que los aman, que son sus hijos y que ahora demostraran esa preocupación por verse desplazados les hizo pensar que ellos tampoco eran suficientes para sus propios cachorros.

El mayor estaba aturdido, Messi le hizo sentarse en la cama y él se quedó a su lado, dejando que el rostro del Alfa se recargara en su pecho mientras acariciaba su rostro, limpiando sus lágrimas, el mayor se aferró a su cintura con fuerza.

Cansado de fingir su fortaleza, se permitió desmoronarse en brazos del Omega.

—Leo... —Murmuró con su voz seca.

—¿Qué pasa?

—Tú tampoco eres un mal padre.

Messi suspiró, lo sabía, había hecho su mayor esfuerzo con Julián y aún con todo por lo que el joven pasaba estaba seguro de que no hizo las cosas mal con él.

¿Entonces por qué ahora le costaba tanto creerlo ahora?

—Vos tampoco... —Susurró sin dejar de acariciar su cabello.

La primera vez que estuvo en casa de Guillermo, el olor a tristeza fue tan evidente que no pudo evitar preocuparse, incluso antes de tener relaciones con el Alfa Lionel sabía que algo andaba mal con él pero todo le llevaba a concluir que era por su soledad; ahora ese aroma estaba triplicado.

Como si su olor doliera apenas lo percibiera cualquiera, por eso tanto él como los cachorros y hasta el mismo Edson estaban tan afectados pues Ochoa no había dejado de oler así desde que se enteró de las fotos.

El olor de la tristeza un Alfa dominante llegaba a transmitir ese mismo sentimiento a su manada.

—Tu olor... no me gusta... —Volvió a murmurar el Omega, adolorido de que por más que liberara sus feromonas la esencia del mayor seguía ahí, cada vez más fuerte, siendo una lenta agonía para el Alfa.

—Ahora sabes porque tomé todas esas cosas. —Respondió refiriéndose a los inhibidores. —Perdóname, Leo arruiné las cosas contigo incluso antes de haberte conocido y ahora yo-

—Guillermo. —Llamó de manera seria. —Esto no puede seguir así.

—¿A qué te refieres? —Preguntó separándose el menor, viéndolo con miedo.

—Vos no podés seguir culpándote así por absolutamente todo, no podés odiarte de esa manera. —Lionel sabía las posibles respuestas a eso, pero no era todo lo que tenía por decir. —No estás bien, y no me digas que no es así, lo supe desde la primera vez que estuve en tu casa.

—Leo...

—Me preocupas... ¿sabés lo que sucedería si tu Alfa se rinde ante ese sufrimiento? —Más lágrimas amenazaban con mojar el rostro del Omega. —No sé que te haya sucedido, pero sé que no me has dicho toda la verdad y lo respeto, no te voy a exigir que me contés todo, yo solamente quiero que estés bien.

Guillermo suspiró, genuinamente agotado por todo lo que había pasado por él en las últimas horas pero el argentino tenía razón. Asintió sin mirarlo. —Los cachorros tienen que estar aquí, no quiero preocuparlos más pero le debo esta explicación a Kevin y a Diego más que a cualquiera.

Messi sin contestar se dirigió a la puerta para buscar a los menores, apenas abrió los vio a los cuatro y una pequeña sonrisa se formó en sus labios; los más jóvenes lo miraron con algo de vergüenza.

—Lo sentimos. —Dijo Kevin.

—No creo que necesite pedirles que se queden. —Negaron. —Pasen, quiere hablar con nosotros... con todos.

KevinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora