Don't say you love him

4K 650 468
                                    

Luego de que cada quien le diera para su lado, Guillermo estaba decidido a ir con el Omega argentino y probablemente hacer lo que este le pidiera aunque esperaba que fuera quedarse en su casa, después del pequeño percance de hoy solo quería gritar.

Se encontraba frustrado, molesto porque el mismo sujeto ya había buscado problemas con sus dos cachorros y él no podía hacer nada.

Ochoa era en extremo protector con sus hijos, eso fue desde un inicio dadas las situaciones en que ambos fueron encontrados el corazón del Alfa ya no iba a soportar verlos sufrir de nuevo y sus instintos no lo iban a permitir; fueron años difíciles para los tres. Cuando iban en el kínder y este organizaba su "festival de las madres" quizás fue la primera y última vez que Guillermo verdaderamente cuestionó el haberse quedado con dos bebés siendo él tan joven.

¿Y quién no lo haría después de escuchar entre lágrimas a sus hijos preguntando por qué ellos no tenían una madre? Preguntándole si ellos eran una verdadera familia.

Porque sí, Ochoa tenía a sus padres quienes siempre lo apoyaron sobre todo con los cachorros pero él nunca quiso ponerlos como una carga para ellos; así que eran dos niños y un joven portero Alfa contra un mundo injustamente cruel.

Fue la primera vez que el Alfa se mostró tan débil ante ellos y se permitió llorar a su lado, no quería asustarlos así pero fueron demasiadas emociones con tan solo una pregunta cuya respuesta nunca se había planteado; ¿cómo le explicaba a unos niños de cinco años que sus madre biológicas los habían abandonado?

No quería hacerlo, porque no sabía si era lo correcto, muchas dudas como respuestas se plantearon en su cabeza pero él solo se agachó a abrazarlos con fuerza sin contener sus propias lágrimas.

"Una familia no necesita ser grande o tener una mami para que sea real, mientras sean amados y amen a esas personas, siempre serán una familia".

Esas mismas palabras actualmente le provocaban algo de ruido, pese a que le dio la suficiente seguridad a sus niños para no cuestionarse eso de nuevo, él genuinamente pensó en que hizo mal al quedarse con ellos.

Su maldito instinto de paternidad se encendió en el peor momento de su vida, no tenía la madurez ni estabilidad para hacerse cargo pero aún así decidió aceptar la responsabilidad y las consecuencias, bueno...

Guillermo no quiere que le quiten lo que más le dio sentido a más de la mitad de su vida, y la sola idea de verlos dar un paso así de grande le aterraba más que nada.

No odiaba a Edson y no desconfiaba de Diego o sus decisiones, él simplemente estaba siendo, a palabras suyas, un pésimo padre de nuevo.

Bajo esos pensamiento siguió su camino y por poco pasa por lado de Leo sin siquiera haberlo notado o saludado.

—No tenés que fingir que no nos hablamos aquí afuera, Guille. —La suave voz del Omega pareció resetear su cabeza.

Parpadeó un par de veces y miró al menor buscando que decir. —Lo siento...

—¿Estás bien? Te ves demasiado tenso.

—¿Qué te hace pensar eso?

—¿Además de tu olor? Solo adiviné. —Comentó algo divertido. —¿Pasa algo? ¿Querés hablar de eso?

—¿Puede ser en la casa? Tú sabes... para llorar a gusto.

El Omega le dio un golpe en el pecho. —Sos pelotudo.

—Más de lo que me gustaría. —Afirmó antes de suspirar, ya casi llegaban a la camioneta. —No es nada grave, Leo, descuida.

—Guille, vos podrías estar desangrándote y seguirías diciendo que no es nada grave. —Recalcó el menor mientras arqueaba su ceja.

KevinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora