Take a ride into the danger zone

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—Bienvenido a mi humilde morada. —Dijo con ironía Ochoa al abrir la puerta de su casi mansión para el argentino, quien si bien estaba acostumbrado a ese tipo de lujos, igualmente se sorprendió por el hogar del mayor.

—Muy linda.

—Gracias, gracias, aunque seguramente no sea nada comparado a lo que tú estás acostumbrado pero, es mejor que un hotel. —Sonrió el mayor. —En el piso de arriba está el baño, puedes darte un regaderazo mientras yo preparo un cuarto para ti.

Algo en esa oración desilusionó a Lionel, o mejor dicho, a su Omega, quien mantenía la esperanza de poder dormir a un lado del mayor y quizás, solo quizás, entre sus brazos pero tendría que conformarse con ese amable trato.

—Muchas gracias. —Afianzó el agarre en su maleta, realmente necesitaba ducharse. —Trataré de no molestarte tanto, lo prometo, ya suficiente andás haciendo por mí con dejar que me quede aquí.

—No eres una molestia, Leo, —recordó amablemente el guardameta— la única molestia que tengo ahora es del pendejo de Kevin, de ahí en fuera tú siéntete como en casa.

Messi asintió de manera lenta y se dirigió al baño permitiendo que el mayor preparara la habitación, aún desilusionado por eso más no podría quejarse cuando era él el invitado. Entró en el no tan pequeño cuarto y decidió perderse unos minutos para atenderse a sí mismo, quería sentirse y verse bien para Guillermo. Salió del baño con una toalla envuelta en su cintura, se vestiría en el cuarto y para ello necesitaba ver si el mayor ya lo tendría listo.

Frunció levemente su nariz al percibir un aroma algo fuerte, proveniente de la habitación. —¿Guillermo? —Llamó preocupado una vez entró en el cuarto, la imagen delante suya era digna de los deseos más profundos que su Omega tenía desde que le vio por primera vez en algún partido en televisión.

Guillermo Ochoa con una respiración irregular y mirada oscurecida que se posó de una manera tan intensa en el Omega que automáticamente retrocedió unos pasos, temiendo lo que el mayor haría aunque la situación era algo obvia; había entrado en celo.

—Lionel... —Llamó, nuevamente aquel tono ronco haciendo acto de presencia y la semidesnudez del mencionado no estaba siendo de ayuda. —Yo... no quería que te enteraras así...

Y al menor le tocaba hacerse el pelotudo. —¿De qué cosa? —Bueno, no tan pelotudo, Guillermo le dedicó una amarga sonrisa mientras que su cuerpo seguía tan tenso, como si moverse le fuera a provocar estragos a si mismo.

—Creo que es obvio que no soy un Beta, ni un Omega...

—Oh.

No pudo decir nada más, ¿qué se supone que haría ahora? Necesitaba los supresores del mayor para ayer si no quería que las cosas se salieran de control y su lado animal que estaba demandando por salir, tomara voto sobre su cuerpo y sabía que Ochoa estaba pasando por algo similar; necesitaba encontrar los supresores del mayor.

—¿Tienes supresores o algo? Puedo buscarlos, yo... —En un movimiento tan rápido de Guillermo, el menor se encontró acorralado entre su cuerpo y la pared más cercana, ¿o quizás era la puerta? No lo sabían y no les importaba, el mayor hundió su nariz en el cuello del argentino, olfateando cada centímetro que estuviera a su alcance. —Yo...

Lionel no quería, se rehusaba a ceder ante su lado animal por más que este le suplicara en salir pero el intenso aroma picante y a la vez dulce no le estaba siendo ayuda.

—¿Eso es lo que quieres? —Murmuró el Alfa contra su cuello, no era Guillermo quien estaba hablándole ya, su lado racional le había abandonado apenas empezó a olfatear el cuello del menor. —¿Quieres que tome supresores?

KevinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora