Vincent Maslow sabía que no debía desearlo, su nuevo asistente temporal estaba completamente fuera de sus propios límites, demasiado joven para él, demasiado impoluto, y aun así no podía apartar sus ojos de él, no podía evitar imaginar los escenario...
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CODY ADLER
Cody miró con atención el té servido delante de él, nunca había visto uno igual, era de color azul rey, más que una bebida, parecía agua con densa tinta.
-Té de flor de guisante de mariposa.- Explicó la señorita Maslow. -Es chino. Tiene un sabor único y una cualidad muy particular.-
-¿Cualidad?-
-Agrega un poco de limón y averígualo.- Invitó la mujer.
Cody tomó una mitad de limón y la exprimió sobre el té, el líquido pasó de ser azul a tornarse violeta con el paso de las gotas de limón.
-Wow.- Susurró Cody presenciando los bellos colores mezclándose y cambiando en el líquido de la taza de cristal.
La mujer les había servido rebanadas de pastel de queso y tazas de té caliente. Había un platón giratorio de tres pisos con chocolates de diferentes figuras y decoraciones que hicieron salivar a Cody.
-Coman cuanto quieran, seguro fue un viaje largo.-
Aunque Cody quiso consumir cada chocolate en los platos y enterrar su rostro en el pastel para devorarlo de un mordisco, logró contenerse. Por algún motivo sentía deseos de darle una buena impresión a la madre de Vince.
-Lo fue, el tráfico del aeropuerto hasta aquí fue algo pesado.-
Vince se veía relajado, con un brazo sobre el respaldo del sofá y un tobillo sobre su rodilla. Sereno y con la guardia baja, era lógico, estaba en su casa después de todo.
-El tráfico a esta hora puede ser insoportable.-
-No tanto, me dio la oportunidad de mostrarle los alrededores a Cody.-
Los ojos azules de la mujer se posaron sobre Cody.
-¿Es tu primera vez en Londres, jovencito?-
-Sí, nunca había puesto un pie fuera de América.-
-Bueno, espero que esta ciudad sea todo lo que imaginabas.-
Era un poco más que sólo eso, era más hermosa que cualquier imagen en internet o cualquier descripción en libros.
La conversación continuó, la mujer puso al tanto a Vince sobre conocidos suyos, la mujer relataba con tanto fervor que hasta Cody se vio interesado por el chisme aun sin conocer a los involucrados. Había treinta centímetros de distancia entre los dos en el sofá, pero Vince volteaba ocasionalmente hacia Cody con un cálido magnetismo invisible, como si tratara de atraerlo a su regazo con su mente.
-Dime, jovencito, ¿en dónde estudias y qué semestre cursas?-
