CAPÍTULO 17

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En mis minutos de descanso y mientras me preparo otro café, esta vez con la nueva máquina que han instalado en la oficina, reviso el teléfono de nuevo y veo que Pablo me ha llamado al menos tres veces más en lo que va de mañana. No sé qué es lo que quiere, pero no me interesa lo más mínimo, así que finalmente procedo a bloquearlo. Desde que lo dejé, nunca hemos vuelto a hablar, y todas mis cosas se quedaron en el piso que compartíamos. Quizás es por eso por lo que quiere contactar conmigo, aunque si de verdad fuese así, solo tendría que dárselas a mi hermano. No tenemos trato desde entonces, pero él sigue visitando a mi madre y puede dejarlas allí.

Miro al frente pensativa, y como cada vez que me descuido, el Seductor viene a mi mente. No paro de esforzarme en sacarlo de mi cabeza, pero cuando menos me lo espero, está de vuelta. Llevo tiempo sin saber de él y se me hace muy extraño. ¿Estará haciéndose el desaparecido para que sea yo quien lo busque esta vez? No debieron gustarle mucho mis últimas palabras y quizás se ha ofendido. Quisiera decir que me da igual, pero no es así... de algún modo y aunque se comporta como un auténtico perturbado, algo en mi cabeza lo necesita y ansío seguir manteniendo encuentros con él. ¿Por qué me está pasando esto? Debo estar muy mal de la cabeza... Es cierto que me ayuda a desconectar y aunque me cabrea y excita a partes iguales, es la única persona que ha logrado encender mi cuerpo de esa manera. Aun así, no debería afectarme tanto que se hubiese cansado de mí. ¿Me estará creando algún tipo de adicción enfermiza?

Busco su teléfono entre mis contactos y abro la aplicación de mensajería instantánea para ver si está en línea. Su última hora de conexión me indica que estuvo online hace tan solo cinco minutos y exhalo el aire de mi nariz con fuerza. «¿Por qué ya no me escribe? ¿Habrá encontrado a otra que le guste más?». Tuerzo mi boca en un gesto de frustración y cuando miro al frente, mi jefe me está observando desde su despacho.

—Mierda... —farfullo con los dientes apretados para evitar que me vea vocalizar. Lo que menos me apetece ahora mismo es un sermón de los suyos.

Aunque en teoría todavía me quedan cinco minutos libres, guardo mi teléfono y vuelvo de nuevo a mi puesto de trabajo para evitar que siga mirándome con tanto descaro. En el momento en que me acerco con la silla al escritorio, levanto la vista con disimulo y parece que funciona. Desde que el gilipollas del tocaculos le contó que me vio en el bar a las cuatro de la mañana, se ha propuesto joderme la vida y lo está consiguiendo. Tengo la impresión de que me vigila constantemente y no hay cosa que lleve peor. Sobre todo, porque me descentra.

A las seis de la tarde apago el ordenador y en el instante en que me cuelgo el bolso del hombro, Teresa se acerca a mi mesa.

—Vamos a tomar unas copas, ¿te apuntas?

—¿Ahora mismo?

—Sí, vamos al pub de abajo.

—No sé... —Lo único que me apetece es irme a casa, darme una ducha fría y tirarme en el sofá mientras veo una película.

—Venga, solo serán un par.

—Está bien... —digo más que por ganas, por obligación. Siempre que me invitan les doy largas y no quiero que por eso se molesten o dejen de contar conmigo en el futuro.

Al entrar al pub observo todo y me doy cuenta de que han cambiado la decoración, pero no digo nada. Llevo demasiado tiempo sin acompañarlas y solo serviría para que me lo echaran en cara. Nos acercamos a la barra y Carlota es quien toma nota de lo que queremos. Habla con la camarera y esta asiente antes de irse a preparar nuestras bebidas. Nos acomodamos alrededor de una gran mesa redonda y diez minutos después, un chico de unos treinta años, al que no recuerdo haber visto antes, nos trae todo lo que hemos pedido en una bandeja. Coloca una por una las copas sobre la mesa y cuando llega hasta mí, siento un escalofrío. Odio que el perfume del Seductor se haya puesto tan de moda. Últimamente lo huelo en todas partes y me incomoda bastante. Es como si lo tuviese todo el día pegado a mi lado. El chico se inclina más de lo que debería, haciendo que tenga que echarme hacia un lado, y cuando se levanta, me sonríe.

¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora