La ciudad es muy grande y hay mil lugares en los que quedar... de ninguna manera esto puede deberse a una casualidad. Miro a través de las ventanillas del coche con miedo por si estuviera cerca, y aun sabiendo que no podré reconocer su rostro, busco a alguien joven de pelo castaño, pero el sol ha caído hace rato y solo puedo distinguir bajo las farolas a un matrimonio de ancianos caminando. Dándome por vencida, finalmente opto por escribirle de nuevo. Este juego está dejando de inspirarme confianza. Espero que me dé una buena explicación o esto ya sí que se acaba.
*¿Por qué sabías que estaba aquí?
Espero durante algunos minutos y viendo que no responde, mi estómago se encoje.
«Debe estar conduciendo». Me digo para calmarme al tiempo que sigo mirando por las ventanas. Continúo esperando y en el momento en que compruebo que está en línea y no me contesta, decido irme a casa. Seguro lo he descubierto y ahora no sabe qué responderme. Acaricio mis brazos para calmar el vello que de pronto se me ha puesto de punta pensando que puede haberme seguido hasta el trabajo, y arranco el motor. Giro el volante para salir del aparcamiento y el sonido de mi teléfono me sobresalta.
—¡Joder! —grito asustada y veo que el Seductor me está llamando—. ¡No pienso atenderte! —Vuelvo a gritar como si fuese a oírme y me pongo en marcha.
Conduzco durante varios metros y antes de poder incorporarme a la autovía, tengo que buscar un lugar para estacionar. El muy cabrón no se cansa de llamar y el sonido me está poniendo nerviosa. Tomo el teléfono entre mis dedos, busco la opción de boquear mientras maldigo en alto, y antes de presionar sobre ella algo me dice que no lo haga. Miro indecisa mientras el odioso aparato no deja de temblar en mi mano y finalmente decido atender la llamada.
—¿Qué parte no entiendes de que si insistes y no respondo es porque no quiero hablar contigo? —exploto.
—¿Dónde estás? —ignora mi pregunta.
—Dímelo tú que pareces saberlo mejor que yo.
Admito que esto empieza a asustarme, pero no puedo evitar lanzarle el reproche.
—Sé que aquí no. Llevo esperándote más de quince putos minutos y no estoy para perder el tiempo.
—¿Por qué sabías que estaba en esta zona? —Inquiero.
—Busca en Google el nombre de tu oficina y verás la dirección.
—No me sirve esa respuesta —Aprieto los dientes—. Mi horario es otro. ¿Por qué sabías que no me había ido aún? —Vuelvo a presionarle. Necesito una explicación ya. Puede saber dónde está mi oficina, eso es cierto, pero no puede saber que hoy me he quedado hasta tarde.
—Repito. Busca en Google el nombre de tu oficina y también verás los horarios. Simplemente me he guiado por la página y he visto que cerraba a esta hora. Como comprenderás, no soy adivino.
—Voy a verlo. —Lo dejo en espera para comprobar si es cierto lo que asegura, aun estando convencida de que es una invención suya, y pasmada, compruebo que es cierto. El horario de cierre que marca, es mucho después de que yo me vaya. Tiene razón y eso hace que una parte de mí se relaje... pero no por ello me extraño menos. No sé qué diablos puede haber pasado, pero apenas hace una semana que lo revisé y el horario antes estaba bien. Debo avisar a mi jefe para que lo corrija. Esto puede hacernos perder nuevos clientes—. Vale. Está bien... voy a creerte esta vez —Evito dar del todo mi brazo a torcer y continúo con la siguiente pregunta—. ¿Qué hacías por esta zona?
—Es obvio, ¿no crees?
—¿El qué? —Insisto.
—Buscarte para follar. —Su frase, y ya sabiendo que todo ha sido producto de mi imaginación, me calienta.
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¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)
RomanceAVISO: Esta historia NO ES APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS. Puede herir la sensibilidad del lector (fuerte y explícita). La autoestima de Ruth roza niveles mínimos después de la dura traición de dos personas a las que quería. Creyendo que la ayudaría a...