Tres años después...
—¿Estás listo ya? La ceremonia va a comenzar en una hora.
Normalmente soy yo quien más tarda cuando vamos a algún sitio, pero hoy no sé qué le pasa.
—Dame un minuto más —dice desde el baño y empiezo a preocuparme. Anoche apenas cenó y esta mañana tampoco ha querido comer nada. ¿Estará enfermando?
—Voy yendo al coche. Te espero allí.
Cambio mis zapatillas de estar por casa por los zapatos de tacón y tras echarme un último vistazo en el espejo del pasillo y retocar un par de cabellos sueltos de mi tocado, me doy el visto bueno y salgo. La boda de Elisa y Fran está a punto de empezar y no quiero perderme nada. Llevamos más de un año planeándola, y a estas alturas, más que la amiga, me siento otra novia. Ha sido complicado tenerlo todo preparado a tiempo, sobre todo porque al haberse quedado embarazada de nuevo, han tenido que retocarle el vestido un par de veces, pero, aun así, en la última prueba estaba preciosa. No puedo tener más ganas de verla caminando hacia el altar, mientras que la pequeña Celia camina con los anillos detrás. Solo pensarlo me hace tener ganas de gritar.
Cuando estoy abriendo el coche, mi teléfono comienza a sonar y en cuanto veo que son mis padres, respondo.
—Cariño, ¿por dónde venís?
Ellos también están invitados. Elisa los conoce desde pequeña y no ha querido dejarlos fuera, ni a ellos ni a mi hermano y, aunque a Pablo en un principio lo había descartado, por no haberle perdonado todavía lo que me hizo, finalmente hablé con ella y logré convencerla para que lo añadiera a la lista. No quería que mi hermano viniese solo, pero por supuesto, eso ellos no lo saben.
—En nada estamos allí.
Tres meses después de que Jaime y yo comenzáramos a salir, vinieron y a visitarme y aproveché para presentárselo. Mi padre no recordaba que era él quien le atendió en el bar el día que comimos allí, pero a mi madre no se le escapó y según me confesó después, por cómo nos mirábamos, intuyo que había algo entre nosotros. Como siempre, su instinto maternal nunca falla. Solo espero que, si alguna vez llego a ser madre, mi instinto sea como el de ella.
Nos despedimos y cuando estoy guardando el teléfono en mi minúsculo bolso de mano, veo que Jaime por fin sale.
—Perdona, cariño —dice al llegar y dándome un beso en la frente, abre el coche para subir y nos ponemos en marcha.
Para ser sábado, la carretera está mucho más despejada que otras veces y tardamos bastante menos en llegar de lo que habíamos calculado. Miro hacia la iglesia para ver que la gente ya está llegando y entre todos ellos, diviso a mis padres.
—¡Están allí! —Aviso a Jaime y deteniéndose casi en la puerta, espera a que baje antes de volver a marcharse. Está todo repleto y sabe que con los tacones me cuesta caminar.
—Cariño, ¡aquí! —Mi madre levanta su brazo y observo que está preciosa. Lleva un vestido color nube, como el mío, pero el suyo se ajusta más a su cuerpo. Yo preferí algo más cómodo para así poder moverme mejor mientras ayudo a Elisa con la niña, y opté por la gasa. Con lo revoltosa que es, seguro que no les deja ni comer—. Estás guapísima —Besa mi mejilla, y mi padre, asintiendo, le da la razón a su comentario.
—La más guapa de toda la boda —dice por fin, orgulloso y me besa en la otra.
—Vosotros también lo estáis —Les devuelvo el beso y al girarme, veo a mi hermano con Pablo.
—¡José! —Lo llamo y levanta sus cejas varias veces, aprobando mi vestuario. Cuando llega hasta mí, alza mi mano con la suya y me hace dar una vuelta.
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¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)
RomanceAVISO: Esta historia NO ES APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS. Puede herir la sensibilidad del lector (fuerte y explícita). La autoestima de Ruth roza niveles mínimos después de la dura traición de dos personas a las que quería. Creyendo que la ayudaría a...