CAPÍTULO 41

6.1K 810 141
                                    

El sonido de un teléfono me despierta y sobresaltada, miro hacia la mesita del comedor. Tardo unos segundos en darme cuenta de que me he quedado dormida sobre las piernas de Jaime y cuando lo miro, a él parece haberle pasado lo mismo. Frota sus ojos y viendo que la llamada es para él, descuelga.

—¿Sí? —Me aparto para darle espacio, pero rápidamente pone su mano en mi espalda para que no me mueva, y ese simple gesto me hace sentir tan bien que sonrió aprovechando que no me ve—. Sí, sí. Cierra ya y vuelve mañana por la mañana. Voy a necesitar que te hagas cargo de la jornada completa. —Miro el reloj y al ver que son las dos de la madrugada abro los ojos sorprendida. ¡Llevamos varias horas durmiendo! Cuelga y tras dejar el aparato sobre la mesa, retira el cabello de mi cara para verme mejor y me habla—. ¿Cómo sigues?

—Estoy bastante mejor, la verdad.

Cada vez que me siento mal y logro dormirme, después me despierto mucho mejor. Es como si mi cerebro se formatease mientras lo hago y gracias a eso, soy capaz seguir adelante. Intento levantarme de nuevo y esta vez sí me deja. Coloco mi cabello sabiendo que debe estar hecho un desastre y noto que me observa. Un par de segundos después arruga sus cejas y sin dejar de mirarme, acerca su mano a mi rostro.

—Tienes una marca aquí... —Pasa su pulgar por mi mejilla y al rozar mi piel, noto una pequeña corriente—. Creo que es una arruga de mi pantalón. —La acaricia como si así pudiese aplanarla y sonríe mientras lo hace.

—Me... pasa muchas veces —digo avergonzada—. Tengo la piel muy fina y cualquier cosa se me queda marcada.

Espero a que hable de nuevo, sin embargo, parece estar tan inmerso en algún pensamiento que dudo que me haya escuchado. Aprieta sus labios mientras mira al vacío y cuando parece regresar de a donde sea que su mente lo haya llevado, me mira fijamente a los ojos y con lentitud retira sus dedos de mi rostro, dejándome con una extraña sensación de frío donde antes estaba su mano.

—Es tarde. Deberíamos irnos a la cama ya.

—Mierda... no avisé de que mañana no iré a trabajar —revelo.

Con todo lo que ha ocurrido en las últimas horas, se me ha olvidado por completo.

—No pasa nada. Mañana les llamas temprano y añades cualquier excusa. Será más creíble incluso que si lo hubieses hecho hoy. Puedes haber "enfermado durante la noche". —Mueve sus dedos simulando comillas.

—Sí, tienes razón. Quizás sea mejor así.

—¿Nos vamos a dormir? —Vuelve a preguntar y noto el cansancio en su rostro.

—Sí. Dame un minuto. —Me pongo en pie para ir al baño y me acuerdo de algo— ¡Mierda! —exclamo y me mira, preocupado—. ¡Las bolsas! ¡Las dejé fuera!

—Tranquila. —Se pone de pie conmigo—. Están en mi coche. Las guardé cuando fui a por el cargador.

—Ufff. Gracias... —expulso el aire, aliviada. No es que hubiese gran cosa en ellas, pero sí las suficientes como para echarlas de menos y que me hicieran falta.

Entro al baño como pretendía y cuando salgo no está en el salón. Lo busco en la cocina y me extraña no verlo tampoco ahí. Solo cuando camino por el pasillo, veo luz en mi habitación y camino hasta ella.

—¿Me regalarás esta foto antes de que me vaya? —dice sosteniendo un marco en la que aparece una fotografía mía que me hizo Elisa hace un par de años—. Siento la intromisión, pero la vi la otra noche y me encanta.

Sonríe y algo se rompe dentro de mí. No sé si es por el hecho de que quiera llevarse algo mío o simplemente porque se marcha.

—Puedes llevártela ya. —Le devuelvo la sonrisa y veo como se le ilumina la mirada—. Pero tú tendrás que hacer lo mismo conmigo.

¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora