Los minutos pasan mientras suelto todos mis nervios sobre su pecho y lo único que hace es acariciar mi cabello esperando a que me encuentre mejor. Busca una silla y cuando la encuentra, la coloca a mi lado.
—Siéntate aquí un momento, voy a por un poco de agua, ¿de acuerdo? —Asiento y apenas tarda unos segundos en volver. Me ofrece el vaso y soy incapaz de controlar mis manos. Con esfuerzo lo llevo hasta mi boca y cuando finalmente logro darle un pequeño trago, mi garganta está tan tensa que si lo intento de nuevo, sé que me atragantaré.
—Gracias —digo con esfuerzo al devolvérselo y solo tiene que estirar el brazo para dejarlo sobre la mesa.
—¿Estás mejor? —Me mira atento y encojo mis hombros. Ni siquiera yo misma lo sé—. ¿Qué ha pasado, Ruth?
—No es nada. —Miento y no duda en hacerme ver que no me cree.
—Sé que eso no es cierto —expresa con seriedad—. No me gusta meterme en donde no me llaman, pero esta vez estoy realmente preocupado por ti y necesito que me cuentes la verdad para poder ayudarte.
—No... no puedo... —Aprieto mis labios para contener las lágrimas y me abraza de nuevo.
—Tienes que confiar en mí —Besa mi cabeza—. No imaginas la impotencia que siento al saber que te está ocurriendo algo y no puedo hacer nada para ayudarte.
—Yo... no puedo —repito y vuelvo a dejarme llevar por las lágrimas—. De verdad que no puedo...
Permanecemos así varios minutos más y entre sus brazos siento tanta protección que no veo el momento de apartarme.
—¿Quieres que te acompañe a casa? ¿Estarás mejor allí? —Tira de mi mentón para verme mejor y niego al tiempo que me tenso.
—No, no quiero estar sola. —El miedo me hace hablar más de lo que debería.
—Bueno. Eso tiene remedio. —Retira un mechón de mi cabello y su intensa mirada se me clava en el alma—. Si esperas a que se vayan los dos clientes que hay dentro, cierro y me quedo un rato contigo.
—¿Y los que vengan después? Puedes perder clientes así...
—¿Y crees que a estas alturas eso es algo que me importe? —Expulsa el aire como si se mofara y entiendo lo que quiere decir. Se marcha en unas semanas e imagino que ese es el menor de sus problemas ya.
Sabiendo que no tengo más excusas, no me queda más remedio que aceptar y, aunque me aterra salir del bar por si el Seductor me está esperando fuera, una hora después me pide que le ayude a cerrar el bar.
Mientras caminamos por la acera y aunque sé que Jaime me observa, no puedo evitar mirar en todas direcciones, asustada, y cualquier ruido me sobresalta. Intuyendo que no estoy nada cómoda, acelera el paso y lo poco que tardamos en llegar, se me hace eterno. Compruebo que la puerta está cerrada y al intentar meter la llave, me tiene que ayudar porque mis manos tiemblan tanto que no logro encajarla.
—¿Tienes frío? —Arruga su frente, preocupado.
—Sí, un poco... —No es del todo mentira. Todavía hace buena temperatura en la calle, pero el susto me debe haber desequilibrado el cuerpo.
Antes de subir por la escalera, me detengo unos segundos para buscar la fortaleza que necesito y camino detrás de él. Al llegar a la entrada de mi apartamento compruebo que todo está en orden y como si leyese mi pensamiento, me aparta para entrar él primero. Enciende las luces a su paso para no tropezar con nada y se asegura de cerrar cuanto estamos dentro.
—Siéntate donde puedas.
Le indico mientras voy a buscar algo que ponerme. Mis brazos están helados y la sensación de frío aumenta por momentos.
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¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)
RomantizmAVISO: Esta historia NO ES APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS. Puede herir la sensibilidad del lector (fuerte y explícita). La autoestima de Ruth roza niveles mínimos después de la dura traición de dos personas a las que quería. Creyendo que la ayudaría a...