Valoramos la posibilidad de ir a varios sitios, pero por no mover el coche debido a la dificultad que tendríamos al regresar para encontrar estacionamiento, finalmente decidimos quedarnos en su local y es algo que prefiero, ya que de esa forma estaremos más tranquilos y si necesita hablar, podemos hacerlo sin problema o temor a que nos oigan.
Cierra la puerta con llave para evitar que nadie pueda entrar y nos acomodamos alrededor de una de las mesas.
—¡Ah! Dame un momento. Me olvido de algo. —Se levanta y se dirige hasta la barra. Selecciona varias botellas, se inclina para abrir la pequeña nevera donde guarda la fruta fresca y saca de ella una pequeña caja con cerezas—. ¿Te gustan? —Las alza para que las vea y asiento. Vuelve para soltar todo frente a mí y se marcha de nuevo. Observo como coge ahora un par de copas, algo más que no distingo y regresa conmigo.
—¿Qué tramas? —Pregunto intrigada.
—Quiero que pruebes algo que aprendí a hacer esta semana.
—Así que, ¿esto es lo que has estado haciendo todos estos días? —digo casi sin pensar y al ver que no responde, temo haber metido la pata. Sé que no es de mi incumbencia y ni mucho menos él está obligado a responder, pero tengo tantas ganas de saber qué le ocurre, que lo he hecho sin querer. Con cuidado comienza a verter el producto de las bebidas en las copas y mezcla todo con lo que hasta ahora desconocía para lo que servía. Añade una cereza en cada una de ellas y me ofrece la que está más cerca.
—A ver qué te parece. —Me mira sonriente y espera.
Por miedo a que lo que ha preparado me resulte muy fuerte, ya que las botellas que ha utilizado me consta que lo son, humedezco mis labios primero con el líquido transparente y abro mis ojos sorprendida. Para nada es el sabor que esperaba. Me aventuro ahora a darle sorbo y cierro mis ojos para degustarlo. Está realmente bueno.
—Guau, podrías ganarte la vida con esto. —Vuelvo a apoyar la copa en mis labios para darle otro trago.
—Te recuerdo que es lo que hago —ríe y cuando me doy cuenta de lo que he dicho, río con él. Apoya sus gruesos labios en la copa y tras llenarse la boca con la mezcla, paladea. —Está perfecto. —Sonríe satisfecho y como yo, vuelve a beber.
—¿Es tuyo? Quiero decir..., ¿lo has inventado tú?
—Sí, pero me falta ponerle nombre.
—¿Qué tal...? —Lo huelo—. ¿Qué tal, Dulce amanecer?
—Um... no, tiene que ser algo más "nocturno". Recuerda que se beberá de noche.
Me observa esperando a que le dé otro nombre.
—Pues entonces..., Tentación Roja.
—¡No me lo puedo creer! —expresa sorprendido—. Si supieras que llevo días dándole vueltas, y vas tú y... ¡en tres segundos lo logras! —Ríe y levanta su copa—. Definitivamente me quedo con ese nombre. Por la Tentación Roja. —Hago lo mismo y brindamos. —Mañana iré a registrar la patente. Así me aseguraré de que nadie me robe la receta.
—Te olvidas de un detalle importante —Levanto una ceja y me observa.
—¿Qué detalle? —pregunta al ver que me detengo y no sigo hablando.
—Yo sé cuál es, ¿recuerdas? —sonrío victoriosa—. Te acabo de ver hacerlo y podría venderla.
—Si haces eso... —Aprieta sus labios de una forma graciosa— entraré mientras duermes a tu casa y te robaré el café —reímos y cuando se da cuenta de que mi copa ya está casi vacía, me prepara otra.
Cuando pasamos de la quinta, pierdo la cuenta de todo lo que hemos bebido y mientras hablo, comienzo a notarme demasiado desinhibida.
—¡Dios mío, Jaime! No podemos seguir así. Este ritmo que llevamos no es sano.
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¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)
RomanceAVISO: Esta historia NO ES APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS. Puede herir la sensibilidad del lector (fuerte y explícita). La autoestima de Ruth roza niveles mínimos después de la dura traición de dos personas a las que quería. Creyendo que la ayudaría a...