CAPÍTULO 38

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Media hora antes de que suene el despertador ya estoy arreglada y sentada en la cama esperando a que Jaime se despierte. Apenas he logrado dormir nada debido a las pesadillas y me tuve que levantar varias veces a vomitar. Este asunto me tiene realmente mal y temo volver al agujero del que tanto esfuerzo me costó salir meses atrás. Mi psicólogo ya me advirtió de que, si no controlaba mis emociones, empezaría a dar pasos en dirección contraria, pero, ¿cómo se controla esto? Es algo ajeno que no depende de mí. Sabiendo que tengo que llamarlo para concertar una cita, lo anoto en la agenda de mi teléfono para que no se me olvide y cuando me pongo de pie, oigo a Jaime caminar por el pasillo. Espero un poco más hasta que creo que ya está en la cocina y voy con él.

—Hola preciosa —dice mientras le da un sorbo a su café y no puedo evitar fijarme en su gracioso cabello despeinado y en sus ojos todavía hinchados de dormir.

—Hola —respondo tímidamente. Estar aquí y con él a esta hora, se me hace demasiado extraño. Estoy tan acostumbrada a que la escena sea otra, que no sé si en lo que queda de semana lograré acostumbrarme.

—¿Cómo estás hoy? —Espera atento mi respuesta.

—La verdad es que bastante intranquila. —Evito ocultarle la verdad. Tarde o temprano se dará cuenta—. He dormido fatal y no puedo dejar de pensar en ello. Además, todavía no nos ha contactado la policía y en lo único que puedo pensar es en si finalmente lograrán detener a tiempo el envío del vídeo... —exhalo—. Jamás podré perdonarme esto.

—Tú no sabías lo que iba a ocurrir, no puedes seguir castigándote, Ruth. No tienes la culpa. —deja la taza en la mesa y viene hasta mí —. Hiciste lo que creíste correcto en cada momento. Él es quien está actuando mal. —Retira un mechón de mi cabello y su perfume, me hace retroceder bruscamente—. ¿Qué... que te pasa? —Pregunta extrañado al ver mi reacción.

—Yo... Lo siento —Niego con la cabeza. No tenía ninguna intención de actuar así—. Ha sido un acto reflejo. Es... tu perfume... es el mismo que usa él y... mi cerebro lo rechaza.

—Oh —mira al suelo, pensativo durante unos segundos y temo haberlo ofendido—. Si es eso, entonces no hay problema. —saca su camiseta y haciéndola una bola, sale de la cocina. Varios minutos después oigo el sonido de la ducha y no puedo evitar sentirme mal por haberle ocasionado esa molestia—. Arreglado —dice con una gran sonrisa en su boca cuando regresa y eso me tranquiliza—. A ver qué te parece ahora. —Se acerca a mí y me ofrece su cuello para que lo huela.

—Esto está mucho mejor —sonrío y aunque siento unas enormes ganas de abrazarlo por ponérmelo todo tan fácil, evito hacerlo. Ese olor me ha dejado más afectada de lo que creía.

De camino a la oficina y mientras él conduce, su teléfono comienza a sonar y al ver que es el número de la policía, me pide que lo atienda. Cuando el agente me explica que finalmente han logrado la tan ansiada orden judicial y que ya han intervenido todos los teléfonos y cuentas de la oficina, dejo salir con ansia todo el aire de mis pulmones y tras cubrirme el rostro con la mano libre, le doy las gracias. Es la mejor noticia que podía recibir. Solo espero que mi jefe no se haya enfadado demasiado. Me ha asegurado que en ningún momento le han contado la razón, alegando que es confidencial, pero sabiendo cómo es, estoy convencida de que, si no le han dado una razón convincente, estará todo el día insoportable y buscando al culpable.
No quedándose tranquilo y alegando que, si no es de esta forma, el Seductor actuará de otra, me indica que van a proceder a solicitar la liberación de mi línea en la compañía para tener acceso a mi teléfono y con todos los datos que logren recopilar, tratarán de localizarlo. Pareciéndome bien, le ofrezco mi absoluta colaboración y pidiéndonos que tengamos cuidado, se despide.

Jaime me deja en la misma puerta y al entrar a la oficina, puedo notar perfectamente que algo está sucediendo. Nerviosa, observo a todos con detenimiento y al ver que cuchichean entre ellos, me tenso. ¿Habrá ocurrido lo que más temo? Con las mismas, camino hacia mi mesa sin dejar de mirarles, y Teresa al verme, se acerca.

¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora