—¡Pablo, ya estoy en casa! —Debido a un fallo informático, hoy nos han dejado salir mucho antes del trabajo—. Si me das un par de minutos, me voy contigo.
Su madre enfermó hace unos días y él pasará el fin de semana con ella. Aún no nos conocemos y creo que esta sería una buena oportunidad para hacerlo.
—¡Pablo!
Por suerte todavía no se ha marchado. Su coche sigue aparcado en la puerta y tiene la música puesta.
El ruido de la ducha llama mi atención y rápidamente una idea cruza mi mente. Llevamos varias semanas sin practicar sexo y no puedo desaprovechar el momento. Nuestro ritmo de vida es demasiado ajetreado y apenas tenemos tiempo para estar juntos.
Con habilidad, me quito los zapatos y los dejo apoyados en el mueble de la entrada con intención de recogerlos después. Comienzo a soltar los botones de mi camisa y cuando estoy a punto de abrirla por completo, lo oigo reír.
«Qué extraño», me digo. Debe de estar hablando por teléfono. El grifo se cierra y vuelvo a oírlo.
—¿Esto es lo que querías? —Su voz no suena como siempre y presto más atención—. Así te gusta más, ¿verdad?
Mi vello se eriza. Algo raro está pasando y lucho por desechar lo primero que viene a mi cabeza. No puede ser lo que creo...
—¡No pares! ¡NO PARES!
Pongo las manos sobre mi boca para ahogar un grito y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para contener las lágrimas. Estoy segura de que hay alguien más con él.
«Esto no puede estar pasando...», pienso mientras me acerco. Me niego a creerlo. Tiene que ser una jodida broma.
—¡Ya casi estoy! ¡Más rápido!
Unas terribles ganas de vomitar me invaden y siento que me ahogo.
—Así, muy bien.
Por un momento miro hacia la puerta con intención de salir corriendo, pero cuando lo oigo gemir, no aguanto más.
La ira enardece mi cara y puedo sentir cómo la sangre me quema en las venas. Quisiera poder golpearlos hasta que mis puños duelan. Camino decidida hasta la puerta del baño y de un fuerte empujón la abro.
—¡HIJO DE LA GRAN PUT...! —Enmudezco al tiempo que mis ojos quedan fijos en la escena. Hay un hombre completamente desnudo en la ducha y de espaldas a mí. Al oírme, se vuelve rápidamente, dejándome ver su cara—. ¿José?
No entiendo qué hace mi hermano en casa, pero en cierto modo me siento aliviada de que sea él. Cuando recobro el aliento y estoy a punto de preguntarle por lo que está pasando, bajo la mirada y me doy cuenta de que mi novio está de rodillas frente a él.
—Mmm... Ruth, cariño. No... no es lo que parece. —Se limpia la boca con el dorso de la mano a la vez que se levanta y solo puedo mirarlo incrédula.
—¿Pablo? —Mi cerebro es incapaz de procesar lo que está ocurriendo—. ¿Qué? No... ¿Qué...? —Quisiera gritarles, insultarlos o vocearles, pero estoy tan bloqueada por la impresión que no puedo.
—Ruth, escúchame... —Pablo intenta sacarme de mi estado—. Puedo explicártelo, podemos arreglar esto.
Niego con la cabeza echándome a llorar. Es demasiado para mí y sin darles tiempoa excusarse, me largo de allí.
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¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)
RomansaAVISO: Esta historia NO ES APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS. Puede herir la sensibilidad del lector (fuerte y explícita). La autoestima de Ruth roza niveles mínimos después de la dura traición de dos personas a las que quería. Creyendo que la ayudaría a...