Con angustia levanto la mirada para buscar su cara y, al igual que cuando entró en mi edificio, la trae cubierta con un pasamontañas. Me pongo de pie rápidamente con intención de escapar para intentar buscar ayuda y, al ver mis intenciones, de un fuerte empujón me empotra contra la pared dejándome prácticamente sin aliento.
—No... no le hagas daño a ella... —hablo como puedo. El dolor que estoy sintiendo en mi espalda es demasiado intenso—. Déjala ir... déjala y haré lo que quieras —suplico.
—¿Tú ves que ella quiera irse a alguna parte? —Se mofa y cuando vuelvo a mirar a Elisa, veo que, de su rostro, mana sangre.
—¡No! ¡Elisa! —Intento ir con ella, pero presiona con tanta firmeza mi cuello, que no me deja—. ¡Suéltame! —grito con todas mis fuerzas y dándome la vuelta, aplasta mi cara contra la pared.
—Te soltaré solo cuando yo quiera.
Pega su cuerpo a mi espalda y lame parte de mi cara.
—¡Van a encerrarte por esto! —Cierro los ojos con fuerza. No soporto su contacto, y menos su lengua.
—¿Tú crees? —Lanza una sonora carcajada que retumba en mi oído y me muevo intentado apartarlo.
—¡Sé quién eres! ¡Trabajas conmigo! —Forcejeo y cuando su fuerza disminuye, sé que lo he sorprendido. No esperaba eso—. ¡La policía te está investigando! —Continúo y al ver que no se defiende, confirma mis sospechas—. ¡Eres un maldito cabrón!
—¡Nadie me está investigando!
Me hace daño de nuevo, pero su voz ya no suena tan segura y sin duda, eso es buena señal. Se está debilitando y debo aprovecharme de ello.
—¡Irás a la cárcel! ¡Vas a pasar años pudriéndote allí!
—¡NO! —Agarra mi pelo en su puño y sin que lo espere, golpea mi frente contra la pared—. ¡NOOO! Nadie va a encerrarme. —Vuelve a hacerlo de nuevo y siento que estoy a punto de perder el conocimiento—. ¡Jamás iré a la cárcel! ¿Me oyes? ¡NO TIENEN PRUEBAS! —grita nervioso—. Pero tú, pequeña puta, ¡TÚ SÍ IRÁS A LA TUMBA! —Me da la vuelta una vez más para que quede como al principio y mirándome fijamente a los ojos, comienza a estrangularme—. Podrán llegar hasta mí, pero ¡nunca encontrarán nada! Solo tú podrías incriminarme y voy a encargarme de que eso no ocurra. Cuando acabe contigo, nadie sabrá que fui yo.
Llevada por la angustia y comprendiendo que en cuestión de segundos hará lo que dice si no lo detengo, araño su cuerpo y lo pataleo tan fuerte como puedo, pero es tal su enajenación mental, que no sirve de nada y cuanto más me defiendo, más aprieta con rabia sus dedos contra mi tráquea. En un último y desesperado intento, logro clavar una de mis uñas en su ojo derecho y cuando aparta su cara, dolorido, sin darse cuenta también afloja una de sus manos. Con mucho esfuerzo logro tomar una gran bocanada de aire y tras lograr recuperar parte del aliento que ya estaba perdiendo, golpeo con fuerza mi rodilla en su entrepierna, haciendo que se incline de dolor. Aprovecho para correr hasta la puerta y cuando agarro el picaporte, nerviosa, y logro abrirla, de una patada alcanza mi costado e inmediatamente caigo al suelo de rodillas.
Toso intentando respirar, pero cuando sus manos vuelven a mi cuerpo, sé que todo ha terminado para mí ya. Estoy tan agotada que lo único que puedo hacer es cerrar los ojos y rezar para que lo que vaya a hacerme, termine pronto.
Se acerca más y enrollando mi cabello en su mano, tira con fuerza arrastrándome por toda la casa hasta que se detiene en una de las habitaciones. Me levanta de la misma forma y puedo notar como mi cabello se desprende del cuero cabelludo.
—Por favor... —Me empuja con fuerza para que caiga sobre la cama y por instinto me hago un ovillo—. Por favor... —Sigo intentado que entre en razón, aunque de sobre sé que no servirá de nada—. No sigas, detente ya. Cuanto más daño me hagas, más tiempo pasarás entre rejas.
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¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)
Roman d'amourAVISO: Esta historia NO ES APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS. Puede herir la sensibilidad del lector (fuerte y explícita). La autoestima de Ruth roza niveles mínimos después de la dura traición de dos personas a las que quería. Creyendo que la ayudaría a...