CAPÍTULO 42

5.7K 792 71
                                    

El sonido de algo que cae al suelo me despierta y al abrir los ojos todo está oscuro. Miro hacia la ventana y me cuesta varios segundos recordar donde estoy, me siento sobre el colchón, percibiendo por la sensación que tengo en el cuerpo, que he dormido quizás más horas de las que debería y cuando miro el reloj de mi teléfono, descubro que son las cuatro de la tarde.

—¡Madre mía! —Exclamo. No recuerdo haberme levantado nunca tan tarde.

Voy hacia el armario para sacar ropa limpia y cuando la pongo sobre el colchón, recuerdo que Jaime vino a dormir conmigo y un extraño regocijo se apodera de mi estómago. El golpe vuelve a sonar, sacándome de mis pensamientos y decido salir para saber qué está pasando. Mientras camino por el pasillo, escucho a Jaime maldecir y nada más entrar a la cocina, lo veo de rodillas en el suelo, recogiendo algún líquido oscuro con una bayeta. No se da cuenta de que estoy ahí y solo cuando se levanta para aclararla, repara en mí.

—Hola.

Sonríe y no puedo evitar darle un vistazo rápido a su cuerpo. Lo único que lleva puesto es un pequeño pantalón de algodón negro y todos sus bronceados y moldeados músculos superiores están expuestos. Sin dejar de hacer lo que está haciendo, coloca las manos sobre el fregadero y cuando aprieta la tela para escurrirla, sus brazos y pecho se tensan tanto que, aunque quiero, me es imposible apartar la mirada.

—Huele bien, ¿qué estás haciendo?

Me acerco a él y veo que tiene varias ollas colocadas en el fuego.

—Qué estoy intentando hacer... —ríe, señalando el estropicio del suelo.

—¿Y qué es? —Al ver que las baldosas que hay al lado de la nevera también están manchadas, recuerdo que oí dos golpes y estoy segura de que esas salpicaduras se deben al primero.

—Pollo con almendras y salsa de soja, pero me temo que ahora será solo pollo con almendras. ¿Ves eso de ahí? —Señala lo que antes estaba limpiando—. Eso era la soja, ¿y eso? —Apunta ahora hacia la nevera—. Eso también era la soja. Se me ha caído el frasco que tenía abierto y para colmo, ahora el de repuesto.

—¿En serio? —Carcajeo—. ¡Eso sí es mala suerte!

—¿Te estás burlando de mí?

Pone las manos en su cintura de un modo cómico y río más fuerte.

—No, es solo que pareces una señorona ofendida —indico sofocada.

—¿A sí? Con que eso piensas de mí, eh... —Sin que lo espere. Toca la harina y asegurándose de que sus dedos han quedado manchados, viene a por mí. Al ver sus intenciones, corro por la cocina para evitar que me manche y cuando logro alcanzar la isleta, me coloco detrás de ella para ganar tiempo—. Si intentas escapar, será peor —dice a la vez que se desplaza hacia la izquierda y yo hago lo mismo. Al ver que así no podrá conseguir su objetivo, lo intenta por la derecha y copio sus movimientos, evitando de esa forma que llegue hasta mí—. ¡No huyas, cobarde! —Salta por encima de la mesa y corro despavorida sin darme cuenta de que el suelo sigue mojado todavía y al pisarlo con los pies descalzos, me resbalo—. ¡Mierda! —exclama al ver lo que está pasando y antes de que mi cuerpo toque el suelo, logra ponerse debajo provocando que caiga sobre él—. ¿Te has hecho daño? —Me mira preocupado.

—No, por suerte he caído sobre algo fofo y blando —bromeo y sin darme tiempo a nada, agarra mis hombros con un rápido movimiento y cambiando nuestras posiciones, queda sobre mí.

—¿Acabas de llamarme lo que creo? —Se coloca entre mis piernas y debido a mi ataque de risa, no tarda en inmovilizarme—. Te vas a enterar —Pasa su mano marchada por mi cara y finalmente logra lo que buscaba—. Así que... una señorona ofendida... —Vuelve a hacer lo mismo, manchándome más—. Así que... fofo y blando —Restriega la palma contra mi piel con intención de apurar lo que le queda entre los dedos y al notar el sabor de la harina en mi boca, soplo por instinto y, sin buscarlo, acabo cegando sus ojos—. ¡Ah, mierda! —Los frota con rapidez— ¡Eso es un golpe bajo!

¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora