¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)

CAPÍTULO 32

—¡Llegó el momento de la balada! —Habla el cantante por el micro y golpean sus palmas—. ¿Alguien sabe cómo se llama?

—¡POR TI! —Chillan a la vez y me doy cuenta de que son más conocidos de lo que creía.

El melódico sonido de una guitarra da paso a un suave punteo y las linternas de los móviles no se hacen esperar.

—¡No tenemos palabras para agradeceros el que estéis hoy aquí! —continúa el cantante—. Sois un público increíble. Ojalá pudiéramos llevaros a todos con nosotros en una maleta. —Traga saliva, sofocado—. No podemos irnos sin dar las gracias a nuestro colega y amigo, Jaime. Ya que sin él esto no hubiese sido posible y por petición suya, queremos dedicarle esta canción a Ruth. —Mis ojos se abren con sorpresa y cuando rápidamente me giro hacia él para saber si lo que acabo de oír es verdad, me está esperando con una gran sonrisa—. ¡Ruth! ¡Levanta las manos y dinos donde estás! —Hago lo que me pide, totalmente emocionada y cuando me ve, comienza a cantar en mi dirección.

Hoy he vuelto a sonreír
al pensar el tiempo junto a ti.
Dos almas y una unión
dos verdades en una canción.

Yo la luna y tú el sol
polos opuestos en un mismo corazón
Me prometí estar junto a ti
sin miedo, una vida entre los dos...

Jaime me abraza desde atrás, prácticamente engulléndome con sus enormes brazos y cuando su pecho toca mi espalda, cientos de corrientes de eléctricas se adueñan de mi cuerpo, inmovilizándome. Sus caderas se mueven lentamente invitándome a iniciar un baile y sin oponer resistencia, me dejo guiar. Ese gesto tan íntimo y tan cercano, despierta de nuevo sensaciones en mí que tenía apagadas y daría lo que fuese porque el tiempo se detuviera. Es tanta la seguridad que siento entre sus brazos que casi puedo llegar a creer que soy inmortal. Nadie antes había logrado que me sintiera así.

Cuando la canción termina, todos aplauden mientras que yo, todavía sigo en una nube de endorfinas. El corazón de Jaime golpea cerca de mi nuca y puedo notar su respiración, agitada y rítmica. Me giro despacio, con necesidad de ver su cara y sus ojos, como si fuesen dos balsas de aguas en medio de la noche, me observan con atención.

—¿Te ha gustado? —Me habla tan cerca, que el calor de voz roza mi piel y si no es porque me tiene sujeta, podría caerme. Su cercanía, de alguna forma, debilita mis piernas y me hace frágil —asiento tragando saliva con dificultad y cuando los acordes de una nueva canción comienzan a sonar, vuelvo mi atención al grupo. Jaime, en ese momento, apoya su barbilla en mi cabeza y lo oigo suspirar.

—Bueno chicos —El cantante habla de nuevo por el micro—. Como ya sabéis, todo tiene que acabar y esto está llegando a su fin. —Oírle decir eso me apena, al igual que parce apenarle al público. Lo estábamos pasando genial y es una lástima que se tenga que terminar. Me ha sabido a poco—. Pero, ¡todavía queda lo mejor! —La gente vuelve a chillar—. Y para cerrar este concierto como se merece, ¡tenemos una sorpresa! —Hace una pausa hasta que los gritos y aplausos cesan—. ¿Estáis preparados para el broche final?

—¡SÍÍÍ! —gritan al unísono.

—¡Pues allá vamos! —Su mirada busca algo en nuestra dirección y no tardo en saber qué—. ¡Vamos, Jaime! ¡Por los viejos tiempos! —Mueve su mano invitándolo a subir al escenario y este, tirando de la mía, me lleva hasta los pies del mismo.

—¿Me animarás tanto como a ellos? —señala antes de subir.

—¿Qué? —Lo miro atenta, sin saber qué es lo que va a hacer y lo único que recibo es un beso en la frente a modo de respuesta.

Sube la pequeña escalera de madera improvisada que montaron antes y cuando el bajista le pasa uno de los micros, mi corazón se acelera tanto que creo enloquecer. ¿Va a hacer lo que parece?