Me giro despacio y no veo a nadie. Doy tres pasos más y con disimulo vuelvo a girarme, pero la calle está completamente vacía. Ubico mi edificio y con la desagradable sensación de que alguien me está mirando, prácticamente corro hasta él. Al llegar, busco en el bolso las llaves y al no encontrarlas, con horror recuerdo dónde las dejé.
—No, no, no... Joder ¡No! —repito sin parar y clamo al cielo como si tuviera la culpa. Con la llamada de Pablo me olvidé de sacarlas de la cerradura. Tengo por costumbre de guardarlas siempre todas juntas.
Inspiro profundamente, vuelvo a mirar desde donde estoy hacia la calle y armándome de valor, aprieto con fuerza el bolso a mi pecho y decido volver al estacionamiento. Debido al miedo, evito levantar la vista y con grandes pasos me encamino de nuevo.
—Vamos, vamos, vamos. —Me animo sola y cuando estoy a escasos veinte metros, noto que alguien me toca—. ¡AAAAHHH! —Grito con todas mis fuerzas por la impresión y cuando quiero correr en sentido contrario para escapar, unas grandes manos me sujetan—. ¡SUÉLTAME! —Entro en pánico y sacudo mi cuerpo para escapar de su agarre.
—Ruth, ¡soy yo! —La voz me suena familiar, pero mi cuerpo se niega a hacer otra cosa que no sea huir—. Ruth, tranquila —Finalmente me atrevo a levantar la vista y lo veo. Jaime está frente a mí, observándome con preocupación y poco a poco logro controlar mis nervios.
—¡Dios mío, Jaime! —Jadeo alterada—. ¡Has estado a punto de matarme hijo de...! —Trato de controlarme—. ¿Cómo se te ocurre salirme así, de pronto, de donde quiera que estuvieras?
—¿Salir de dónde? Acabo de llegar y te he visto venir hacia aquí.
Miro a mi alrededor y veo su coche, todavía con la puerta abierta.
—Yo... me has asustado. No te oí llegar...
—¿Ha ocurrido algo? —Cambia de tema y a medida que me centro un poco más, me doy cuenta de que tiene una actitud normal y no hay signos de molestia o enfado como mi mente me estaba haciendo creer hace tan solo unos minutos. Está exactamente igual que siempre.
—No. Es solo que me he dejado el manojo de llaves en el coche y venía a por ellas.
—¡Ah! Menos mal —Rasca su cabeza—. Al verte caminar en dirección contraria a la que sueles ir, me he preocupado.
—Es solo eso. Oye... ¿Y tú? —Me aventuro a preguntar. Quizás y aunque me miró, no se dio cuenta de que era yo. A mí también me pasa a veces. Creo que me preocupo demasiado... —¿Cómo es que hoy no has abierto?
—Pues... se me complicó un poco el día. —Vuelve a rascar su cabeza, pero noto algo en su voz—. Cosas que pasan a última hora, ya sabes. —Sonríe para disimular lo que sea que esté intentando ocultar.
—Pero, nada malo, ¿verdad? —Me pica demasiado la curiosidad, y más al ver que se incomoda con la conversación.
—Sí, bueno. Todo está bien ya —Mete las manos en sus bolsillos—. Es tarde, pero, ¿te apetece que te invite a una copa?
—Uf, no. He tomado ya... ¡Por cierto! —Viendo la oportunidad no la desaprovecho—. Hoy te he visto.
—¿Me has visto? —Arruga su frente—. ¿Dónde? Hoy no estuve por aquí en todo el día.
—Hace un rato, pasaste por una de las calles que hay cerca de mi oficina.
—¿Estabas todavía allí? —De sobra conoce mi horario por la cantidad de veces que he ido a visitarlo cuando llego y por eso le extraña.
—Sí, me convencieron mis compañeras para que me quedase un rato más y al final he hecho tarde.
Doy un paso atrás para apoyar mi pie mejor, y sin esperarlo, meto el tacón en un agujero que hay en la acera.
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¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)
RomanceAVISO: Esta historia NO ES APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS. Puede herir la sensibilidad del lector (fuerte y explícita). La autoestima de Ruth roza niveles mínimos después de la dura traición de dos personas a las que quería. Creyendo que la ayudaría a...