CAPITULO 56

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A medida que pasan los días, me voy sintiendo mucho mejor y desde que me quitaron el tubo de drenaje, puedo moverme sin necesidad de que alguien tenga que ayudarme. Cada vez que me apetece, voy a ver a Elisa y mientras pasamos el rato juntas, Jaime aprovecha para ir a comer. Nunca tendré suficientes palabras de agradecimiento con él.

—Buenos días, Ruth. —El doctor viene a verme como cada mañana y me revisa—. Esto parece estar muy bien... —Anota algo en su libreta—. ¿Te quieres ir a casa?

—¿Qué?

He deseado tanto oír esa frase, que ahora que por fin la ha dicho, no me lo puedo creer.

—¿Quieres dormir esta noche en tu cómodo colchón?

—¡Pues claro! —exclamo. Si tuviese más ganas, explotaba.

—Entonces no se hable más. Voy a prepararte los papeles del alta.

—¡Genial! —Miro a Jaime y su sonrisa lo dice todo.

Él, al igual que yo, estaba deseando que este momento llegara.

Mientras recojo mis cosas, pienso en Elisa y saber que ella todavía tiene que quedarse aquí, me apena. Ojalá pudiese llevármela conmigo, pero necesitan tenerla monitorizada por si ocurriese algo, atenderla lo más rápido posible. De todas formas, pienso venir a verla todos los días, así que no le daré tiempo a que me eche de menos.

Jaime me ayuda y cuando ya tenemos todo cargado en el coche, recuerdo que tengo que llamar a mi hermano. Habíamos quedado en que vendría a verme hoy y debo avisarle para que no lo haga.

En el momento en que termino de hablar con él, paso el dedo por la pantalla para asegurarme de que he colgado y veo que tengo un mensaje. Al ver que el remitente es un número desconocido, mi corazón me da un vuelco, pero después recuerdo que no puede ser quien creo, ya que está entre rejas y lo abro sin miedo.

*Hola Morenita :) ¿Cuándo nos vemos?

—¿Qué está pasando...?¡NO...! —Pongo la mano sobre mi pecho y Jaime me observa, preocupado—. No puede ser. No puede ser...

—¿Qué ocurre? —Viene hacia mí, pero estoy tan conmocionada que sin darme cuenta me aparto—. Ruth... ¿Qué pasa? —Insiste en saber y soy incapaz de vocalizar ni una sola palabra. ¿Cómo puede ser posible? ¿Acaso el Seductor no es Otto? Un par de segundos después, veo pasar su mano por delante de mi cara y con cuidado me quita el teléfono. Sabe que algo muy malo debo estar viendo en él y no duda en leerlo.

—¡No es él! —grito al borde de la histeria—. Sigue libre. ¡No es Otto!

—¿Qué coño está pasando...? —expresa tan confundido como yo—. No entiendo nada ... —Nervioso se aparta unos metros y le veo buscar un número en su teléfono—. Entra en el coche. —Me da las llaves al tiempo que mira en todas direcciones, sin fiarse—. Voy a hablar con la policía. —Asiento y tras hacer lo que me pide, bajo la ventanilla para que entre un poco de aire. Empiezo a notar que me ahogo y no quiero marearme—. Sí, como lo oye. Acaba de llegarnos un mensaje... —Puedo oírle—. ¿Está seguro? —Hace un silencio—. De acuerdo. Vamos para allá —Me mira y cuelga mientras camina hacia el coche de nuevo—. Quieren hablar con nosotros en la comisaría. —Abrocho mi cinturón y sin dudarlo, nos ponemos en marcha.

Cuando llegamos, el agente nos saluda y tras preocuparse por mi estado, pasamos a su despacho. Como cada vez que nos reunimos con él, me hace varias preguntas y al entregarle el teléfono para que pueda leer el mensaje, se muestra preocupado.

—Aquí hay algo que no cuadra —Acaricia su barba—. La persona que la agredió está entre rejas y además aislado, así que le puedo asegurar que no ha tenido acceso a ningún teléfono. Al menos en los últimos días y menos a un número como este. Los que había estado usando hasta ahora, no eran del país. —Anota el número en un post it amarillo y se levanta—. Marcelo —La puerta se abre y un policía entra al despacho—, rastrea este número a ver qué puedes descubrir sobre él. —Asiente, toma la nota y se marcha—. ¿Dónde se alojan ahora?

¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora