Las horas pasan y no puedo sacarme de la cabeza a Elisa. Necesito noticias suyas con urgencia y sobre todo saber cómo está su pequeña. No sé nada de ellas desde que salí del quirófano y eso me preocupa. Jaime ha hablado ya un par de veces con la pareja de Elisa y aunque este ha intentado por todos los medios que los médicos le den buenas noticias, o en su caso, un atisbo de esperanza para su hija, ninguno se atreve todavía a afirmar nada. Alegan que es demasiado pronto todavía y que lo único que pueden hacer es esperar.
—¿Cómo sigues? —Me pregunta Jaime al ver una mueca en mi cara.
—Me duele —respondo tratando de cambiar de postura. Me han pedido que no me mueva, pero es que estoy tan incómoda que ya no sé cómo ponerme.
—Espera, te ayudo. —Con mucho cuidado pasa una mano por mi espalda y levantándome solo unos centímetros, me coloca la almohada—. ¿Mejor? —Asiento y cuando se asegura de que es cierto lo que digo, se sienta sobre los pies de la cama.
—¿Has vuelto a saber algo más de... Otto? —Alguien lo llamó antes e intuyo que fue la policía.
—Sí. Todo parece indicar que va a pasar una buena temporada entre rejas.
—¿Han encontrado más pruebas?
Sé que no harán falta muchas más, ya que el simple hecho de haber intentado quitarme la vida es más que suficiente, pero me preocupa que su condena se vea reducida si no pueden demostrar que fue él quien colgó mis vídeos y fotos en la red. Parecía estar muy seguro cuando afirmó que después de acabar conmigo, la policía no encontraría ningún rastro que lo implicara.
—Han encontrado cientos. —Sujeta mi mano—. Escondía en su casa un disco duro cargadito de ellas y parece que no es la primera vez que hace algo así.
—¿Qué?
—Ha estado haciendo lo mismo con otras chicas a las que conoció en la red, solo que nunca dieron con él y se confió. Parece que lo tenía todo muy bien atado, pero no contó con que iban a registrar su casa, entre otras cosas, porque jamás pensó que alguien lo señalara.
—¡Dios mío...! —exclamo, no puedo imaginar cuánto habrán sufrido.
—Lograba entrar en sus ordenadores a través de enlaces que él mismo creaba. En el momento en que las chicas clicaban sobre ellos, un ejecutable invisible se activaba y lograba un acceso completo a todos sus archivos. Fotos, conversaciones, historiales...
—¿Un enlace? —Mis ojos se abren—. Recuerdo que en la oficina más de una vez nos envió mensajes al correo electrónico con supuestos enlaces importantes donde, por supuesto, todos clicamos y después resultaban ser bromas... —Ahora entiendo lo que me quiso decir con aquella frase mientras intentaba acabar conmigo.
—Pues parece que acabas de descubrir cómo se hizo con el control de tu ordenador.
—Hijo de puta... —balbuceo pensativa.
Mi cerebro todavía está en shock y no soy capaz de aceptar que fue con él con quien estuve manteniendo encuentros sexuales y temo el momento en que lo haga. Es lo más asqueroso a lo que me voy a tener que enfrentar jamás. ¿Por qué me expuse a eso? ¿Por qué accedí? El simple hecho de pensar en ello, hace que las náuseas que siento cada vez que el Seductor está cerca, vuelvan y solo el sonido de un teléfono me saca de mi estado.
—Hola, Johana. —Saluda tenso, al descolgar y por el nombre sé que es su socia—. Ya te lo dije ayer.
Se pone en pie y cuando veo que sale de la habitación, aprieto los labios. Sé que está mal, pero me hubiese gustado oír la conversación.
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¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)
Roman d'amourAVISO: Esta historia NO ES APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS. Puede herir la sensibilidad del lector (fuerte y explícita). La autoestima de Ruth roza niveles mínimos después de la dura traición de dos personas a las que quería. Creyendo que la ayudaría a...