CAPÍTULO 14

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Cuando entro, Jaime me está esperando con su irresistible sonrisa, y sin poder contenerme, miro hacia el baño con una mezcla de timidez y vergüenza. No puedo creer que el Seductor y yo hiciéramos lo que hicimos ayer aquí y de esa manera. Todavía se me eriza la piel cada vez que pienso en ello. Afortunadamente parece que Jaime no se enteró, ya que no he notado ningún comportamiento extraño en él, y espero que jamás lo haga. Es posible que, si algo así llegase a sus oídos, se enfadaría conmigo.

—¿Qué has preparado? Huele delicioso —Camino hacia la barra y me acomodo en uno de los taburetes para quedar frente a él.

—Tortilla de patata. —Vuelve a sonreír y juraría que mi corazón comienza a latir más rápido de lo normal. No sé qué será lo que esté pasando, pero cada vez me parece más imponente.

—¿En serio? —pronuncio sorprendida—. No te imaginaba guisando —bromeo, aunque realmente es cierto.

—Te sorprendería saber cuántas cosas se hacer bien. Pensar... cocinar... —Me guiña un ojo y rápidamente mi cara se colorea. Espero que no haya querido decir lo que creo, porque si es así, ya sí que sería el hombre perfecto.

—Eso me pasa por hablar más de la cuenta... —Disimulo la vergüenza y carcajea.

—Venga. Vamos a comer. —Se marcha dejándome sola y desaparece tras la puerta que siempre había creído que llevaba al almacén. Me quedo pensativa sin saber qué hacer, ya que esperaba que trajera el bocadillo hasta aquí, y al ver que me tardo, asoma de nuevo su cabeza—. Si no te das prisa, se enfría. —Vuelve a entrar, y dudosa, le sigo.

Con cada paso que doy, siento que estoy infringiendo algún tipo de norma hostelera y me da un poco de reparo. Si me hubiera invitado a su casa, seguro que no me sentiría tan incómoda. Cruzo la misma puerta que cruzó él y llega la primera sorpresa.

—¡Wow! —exclamo impresionada —¿Y esto?

Nunca hubiese imaginado que aquí dentro existiera este gran patio. Observo todo a mi alrededor y mi vista queda fija en las grandes y preciosas plantas cubiertas de flores que adornan las paredes. A la izquierda, casi escondido entre unas grandes enredaderas, se puede apreciar un pasillo que lleva directamente a la calle, y a la derecha hay una habitación que, por las cajas que se ven en la parte interior, entiendo que eso sí debe tratarse del almacén.

—¿Te gusta? —Me pregunta al notar mi asombro.

—Me encanta. ¿Las cuidas tú?

—Sí. A mi madre le encantaba la jardinería y cuando murió, me hice cargo.

—Oh. Lo lamento. —No sé cómo me las arreglo, pero siempre acabo metiendo la pata—. ¿Esta casa era de ella? —Trato de normalizar la conversación.

—Sí, aquí me crié cuando era pequeño. —Coloca las manos en su cintura mientras observa todo a su alrededor—. En esa parte de ahí —Señala una zona donde hay un gran árbol—, construyó mi padre una pequeña casita de madera en la que mi hermano y yo nos pasábamos las horas jugando.

Una expresión triste se le marca en el rostro y decido no seguir preguntando. Por alguna razón intuyo que estamos tocando un terreno delicado. Observa el lugar que me indicó durante algunos segundos más, y cuando el silencio se vuelve molesto, reacciona.

—Si esperamos más, la tortilla va a parecer una losa de hormigón... —río con su ocurrencia, pero no se me escapa la tristeza en su mirada. Algo en él ha cambiado desde que me ha hablado de su familia. No sé cuánto tiempo hará que perdió a su madre, pero quizás tenga algo que ver.

A medida que charlamos, vuelve a ser el mismo de antes y eso me tranquiliza. Aunque en un principio me parecía enorme la cantidad de comida que había preparado, estaba tan deliciosa que no dejamos ni las migas.

¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora