Él también parece pensar lo mismo y tras un bufido, tira con fuerza de mi tanga hacia un lado dejándome totalmente expuesta. Ese inesperado y casi doloroso roce, me provoca aún más y curvo mi espalda hacia él. Aprovecha para acariciar de nuevo mi hendidura, ahora libre de tejidos, y por la forma en que resbalan sus dedos sobre mi carne hinchada, soy consciente de lo abrasador que está llegando a ser mi deseo.
—Dios..., voy a montarte como si fueses una yegua. —oír su voz tan cerca mientras me masturba, provoca grandes contracciones de placer en mi clítoris y tengo que hacer esfuerzos para no correrme.
—Hazlo —respondo involuntariamente.
Sin decir una sola palabra más, retira sus dedos y coloca su caliente y palpitante glande entre mis piernas. Elevo mi pelvis para darle un mejor acceso y no tarda en acoplar su erección en mi entrada.
—Voy a romperte entera. —gruñe mientras enreda mi cabello en una de sus manos, y sin ninguna delicadeza, me penetra con dureza.
Aunque mis ojos están cubiertos, los aprieto con fuerza y muerdo mis labios para no gritar. El dolor me quema por dentro y casi me cuesta respirar. Llevo demasiado tiempo sin hacerlo y la sensación es muy diferente a la que recordaba.
Cuando intento relajarme para amoldar mi cuerpo a su erección, tira de nuevo de mi pelo hacia atrás, y en el momento en que mi cabeza queda inclinada, comienza a embestirme con saña.—¡Joder! —protesto, y por un segundo tengo dudas de si podré soportar tanta tortura.
Tras unos segundos en los que casi estoy a punto de abandonar, el sonido de sus muslos chocando fuerte contra mis nalgas, y el calor que comienza a acumularse en mi entrepierna, transforman poco a poco ese dolor punzante y desagradable, en una sensación completamente diferente...
—¡Dios, sí! ¡Muy bien! —Nota el momento exacto en que me humedezco más y acelera el ritmo.
—¡Oh! —gimo mientras su pene, sin escrúpulos, patina dentro de mi cuerpo, rozando cada parte de mi interior.
—¡Sííí! —El sufrimiento en su voz me indica que está cerca y mi excitación se desborda.
Su mano libre busca mi pecho, y cuando lo encuentra, tira fuerte de mi pezón, provocándome una extraña y excitante ola de dolor que mi cerebro interpreta como el mayor de los placeres. Mi cuerpo se ciñe con fuerza al suyo y en el momento exacto en que comenzamos a jadear incontrolados, todo lo que hasta ahora existía, deja por completo de importar y me convierto en un cuerpo vacío. Un cuerpo vacío y perdido en un gran remolino de exquisitas sensaciones hasta ahora desconocidas para mí.
*En unos segundos este centro comercial cerrará sus puertas.
El sonido de los altavoces me trae al presente y le oigo murmurar algo en voz baja. Cuando se aparta de mí, no sé qué decir y aunque me gustaría preguntarle al menos que si le ha gustado, opto por quedarme callada y esperar. Me intriga saber cuál será el siguiente paso que tiene pensado dar. Si le ha gustado, quizás me deje ver su cara.
Mientras dudo en si quitarme la venda o esperar a que él lo haga, abre la puerta y oigo como se marcha. La decepción me invade y, aunque después me lamente por no haber corrido tras él, decido dejarlo marchar. Si finalmente veo su rostro, y por alguna razón no me acaba de gustar, es posible que todo esto pierda el encanto.Un minuto después sigo tan aturdida que apenas me puedo mover y continuo en la misma postura varios segundos más. Quito la venda de mis ojos y apoyo mi frente en los templados azulejos. Hace tanto calor aquí dentro que hasta las paredes queman. Exhalo y me obligo a ponerme en pie. Si no me doy prisa, me quedaré encerrada. Guardo la cinta en mi bolso, recompongo mis ropas y con torpeza salgo del baño.
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¡DÉJAME VERTE! (COMPLETA POR TIEMPO LIMITADO)
RomanceAVISO: Esta historia NO ES APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS. Puede herir la sensibilidad del lector (fuerte y explícita). La autoestima de Ruth roza niveles mínimos después de la dura traición de dos personas a las que quería. Creyendo que la ayudaría a...