4. Adiós.

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Alec.

La recuperación fue bastante larga, los días en el hospital se volvieron eternos a mi parecer, pero dos semanas después ya estaba en mi departamento acompañado de mi madre.

Al entrar al departamento, un vacío se instaló en mi pecho, como si el silencio que había no era lo indicado en esta situación, esperaba otra cosa, pero no sabía que.

Recorrí la sala de estar y la cocina y todo parecía estar en su lugar, aunque con ligeros cambios, había nuevos muebles, un nuevo televisor, pero nada más fuera de lo común.

—¿Estarás bien tu solo? —preguntó mamá.

—Estaré bien, no tienes de que preocuparte —asegure.

Ella se quedó en la cocina mientras yo dejaba mis cosas a un lado, era muy abrumador estar en el departamento, pero no quería estar en la casa de mis padres, sabía que había perdido mis recuerdos de los últimos tres años, para mí, hace apenas un mes había conseguido este departamento, pero ya habían pasado tres años desde entonces.

—¿Ya terminaste de instalarte?

La voz de mamá me hizo regresar a la realidad, asentí aún confundido, pero terminé acercándome a ella para despedirnos.

—¿Movieron algo mientras no estaba?

—¿Por qué lo preguntas?

Negué sin saber cómo explicarlo, seguramente solo era mi cabeza lo que me hacía sentir extraño aquí.

—Nada, olvídalo.

—En la cocina hay comida, trata de descansar un poco.

—De acuerdo, adiós.

Me despedí de ella, unos minutos después me di la libertad de recorrer todo el departamento, había muchas cosas que no recordaba y otras que ya estaban aquí, quería ver todo, hasta las cosas más pequeñas, tal vez así podía recordar algo.

Entre a la que supuse era mi habitación, no era para nada a como lo imaginaba, en realidad no era para nada mi estilo, aunque no sabía que le gustaba al antiguo Alec.

La habitación estaba pintada de verde, un color bastante inusual y que claramente a mí no me gustaba, el verde jamás fue mi color. En las paredes había unas cuantas fotografías, también había unas cuantas notas que parecían algo viejas.

Ten un lindo día.

Te veo en un rato, te quiero.

Amo tu sonrisa.

Había unas cuantas más con la misma letra y mensajes similares, sin embargo, no era mi caligrafía, eso lo tenía muy claro.

Había un armario, un escritorio un poco desordenado, una cama y dos mesas de noche, una a cada lado, no había más cosas lo que le daba a la habitación un estilo bastante simple, si no fuera por las notas y las fotografías se vería como si nadie ha vivido aquí durante un largo tiempo.

Caminé hasta sentarme en la orilla de la cama, junto a esta, en una mesa de noche había una caja de terciopelo, la tomé entre mis manos y al abrirla pude ver dos anillos brillantes dentro, cada uno tenía una letra grabada, una A y una N. Asumí que la primera era por mi nombre, sin embargo, no sabía de quién era la segunda.

El vago recuerdo del chico que entró a la habitación del hospital paso por mi mente, no podía ser él ¿Cierto?

—¿Por qué no puedo recordarte?

Solté la pregunta al aire mientras jugaba con el segundo anillo. Pude asumir que él era una persona importante para mí por su reacción al decirle que no le recordaba, además, después de ese día no volvió a aparecer de nuevo.

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