36. Tal y como eres.

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Noah.

—¿Quieres desayunar en la cama? —preguntó Alec.

—Por favor.

—Bien, tus deseos son órdenes.

Desapareció por la puerta luego de eso, aproveche ese momento para buscar una camiseta y también mi ropa interior, en estos últimos días luego de hablar las cosas, habíamos resuelto todos los problemas que estaban en el medio, además de alguna que otra frustración que teníamos guardadas por dentro.

Alec me había contado todo su plan y, a decir verdad, la curiosidad y la culpa me carcomían por dentro al saber que había dejado todo atrás para venir conmigo, saber que había planeado todo para proponerme matrimonio me hizo sentir la peor persona del mundo, pero él se encargaba de hacer desaparecer todos los malos pensamientos alegando que esperaría al momento adecuado para los dos.

Yo, como una pequeña muestra de confianza le pedí que dejara la habitación de hotel, así que desde hace al menos una semana estaba viviendo conmigo, era curioso como la vida daba vueltas en tan solo un par de minutos.

—Mi amor, aquí está el desayuno.

Sonreí al ver a Alec entrar con el desayuno para ambos, era una suerte no tener trabajo hasta por la tarde y así poder pasar toda la mañana juntos, le ayudé a poner las cosas en la cama y luego él se sentó a mi lado para comer juntos.

—¿Por qué te pusiste camiseta? —preguntó haciendo un puchero— Me gusta verte sin ella.

—Yo... estoy mejor así —dije.

—¿Pasa algo malo? —preguntó.

—No, nada en realidad —negué—, es que aún no me siento muy seguro con mi cuerpo —confesé—, me da miedo no gustarte luego de ya sabes...

—Ven aquí.

Se puso de pie con cuidado de no voltear el desayuno y tirarlo sobre las sábanas, una vez de pie extendió una de sus manos instándome a tomarla, finalmente tome su mano y me ayudó a ponerme de pie, quedando justo frente a él.

—Quítate la camiseta —pidió sonriendo.

—Es mejor que no —negué nervioso—, me gusta esta camiseta, es de mis favoritas.

—Es mía —puntualizo.

—Y por eso es mi favorita.

—Vamos, confía en mi —pidió de nuevo—, quítatela.

Dude, pero finalmente terminé por quitarme la camiseta, cerré mis ojos por que no estaba listo para ver su reacción, a decir verdad, aunque a la hora de hacer el amor no me molestaba en lo absoluto que me mirara, ahora mismo era aterrador porque no estábamos influenciados por la lujuria y el desenfreno del momento.

—Abre los ojos —pidió.

Negué sin decir nada, no quería abrir los ojos, sentí como tomaba una de mis manos entre las suyas, jugo un rato con esta y finalmente el cómo dejaba un beso en el dorso de mi mano.

—¿Sabes que me gusta de ti? —preguntó susurrando.

—No, ¿Qué?

—Lo pálido de tu piel, me gustan tus tatuajes —enumeró—, me gusta tu cintura, tus brazos, me gustan tus piernas, en definitiva, me gusta tu trasero —dijo mientras recorría mi cuerpo con sus manos—, me gusta la manera en la que te sonrojas, me gustan tus dedos, me gusta cada peca de tu cuerpo.

Aunque cualquiera podía pensar que había algo más en su tacto, la manera en la que me tocaba, como recorría mis brazos y mi torso con la palma de sus manos y con la yema de sus dedos, todo su toque se sentía cálido y delicado sobre mí, como si estuviera hecho del material más delicado y él estuviera aterrado de romperlo con un toque demasiado brusco.

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